Ser mujer cerca de los 30 no es fácil en la sociedad que vivimos. Generalmente te juntas con amigas o colegas que tienen más menos la misma edad y poco a poco te vas dando cuenta de que los tópicos que te rodean son bastante similares e inmensamente obnubilantes. De cierta forma las necesidades y/o sueños del resto del mundo son como una patología contagiosa que es más riesgosa que la gripe H1N1 ya que no se transmite por el aire, sino ¡sólo por una conversación y pensamiento!: “Yo creo que hay que ponerse en campaña ya, no podemos ser mamás viejas”, “con Pedrito nos estamos comprando una casa en la playa para irnos los fines de semana todos con los niños”, “decidimos irnos vivir juntos y casarnos si so si el próximo año”, “oye el dato de mi banquetera es mucho mejor que el que tienes, te mueres la decoración de nuestro matri”, en fin, sé que muchas entienden a lo que me refiero.

Hace poco tiempo atrás, cerca del 18, tuve un almuerzo familiar donde mi prima más pequeña, 17 años, me preguntó si podía ir a hacer “pijamada” conmigo esa noche. Como yo no tenía ganas de salir ni mucho menos, una noche de pelis, sushi y chocolates me parecía perfecta. La verdad nunca me había sentado a conversar con una mujer de 17 años. Probablemente mi prima puede ser bastante más reflexiva que sus compañeras etáreas, ya que fue una noche sorprendente. Con decirles que eran las 5 am y yo sentía que nadie podría haberme entendido mejor cuando me relata una metáfora sobre como ella veía lo que la sociedad hacía con nosotros:

“Cuando estuve en Europa hace poco conocí a una niña latina que vivía en Paris. Había llegado ahí como turista sin embargo se había enamorado de la ciudad y ya lleva dos años sin poder dejarla. ¿Te cuento lo que me contó ella?” – me dijo – “Sí cuéntame”– le dije yo – “Esta ciudad es mágica, en el tour que hice la primera vez que vine, me vi en medio de la masa siguiendo al guía, con un traductor pegado en la oreja que me iba explicando todo lo que veía, todo lo que tenía que ver en Paris. Conmigo iban miles de turistas, todos siguiendo a este guía y todos escuchando exactamente lo mismo que yo, pero en idiomas diferentes. De pronto en medio del tour veo una puerta en la mitad de un jardín, y cuando el guía no miraba me acerco curiosamente a ella ya que no podía dejar de pensar que había adentro de esta escondida entrada…Sin pensarlo la abro, me saco el traductor y entro. Dentro de esta puerta vi el jardín más increíble que jamás había visto en mi vida, todo lleno de flores, de una laguna pequeña, de miles de plantitas preciosas, todo verde y colorido a la vez, era un sueño. Por unos minutos tuve una maravillosa sensación de libertad por estar dejando afuera de ese jardín todas las indicaciones del guía y más aún, que un traductor en mi oreja me hiciera percibir un paisaje por lo que ya está dicho o establecido, en vez de dejarme mirar e interpretar lo que yo quisiera de lo que estaba en frente mío. En menos de 10 minutos el guía se asoma y me grita que ese jardín era prohibido y que los turistas no podían entrar, que volviera a la masa de turistas porque debíamos seguir LA RUTA que establecía el mapa del tour… Volví con una sensación de frustración, me di cuenta en ese momento que yo no quería ser una turista más, que seguro habían miles de puertas para abrir y conocer, y que siguiendo al resto del mundo jamás iba a poder sorprenderme de lo nuevo y conocer mis propias experiencias, esas que todos te escuchan cuando las cuentas ya que nadie se atrevió a vivirlas”.

Uf chicas, a mí esta historia me tocó una fina hebra. Me pareció fascinante. Mi prima luego de contármela me dice: “Nere, hay mil puertas por abrir aún, son muy pocas las que luego de sacarse el traductor se dan cuenta de que ese tour que todos toman, no es el que realmente les gustaría hacer, sino el que todos DICEN que hay que hacer”.

Chicas, las interrogantes que me gustaría transmitirles hoy: ¿Te has atrevido alguna vez a dejar de escuchar “al guía” y abrir tus propias puertas? ¿Has sido alguna vez un turista perdido, que agarra un mapa y decide programar su propia ruta en vez de la que todos hacen? ¿Te has visto perdida en medio de un lugar maravilloso gracias a que te sacaste el traductor de la oreja y pudiste descubrir lugares a los que sólo algunos se atreven a entrar?

Las invito por un día, a dejar el tour, sentarse a pensar en ustedes mismas y darse cuenta si quieren seguir al guía o quieren conocer sus propios jardines… Probablemente siendo libres tendremos la posibilidad de ver muchos más y quedarnos en aquél que realmente nos den ganas de estar…

 

Por nuestra Directora Nerea de Ugarte para Revista Cosmopolitan Edición Noviembre

@nereadeugarte