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Duelo. Tengo la siguiente teoría. Quienes dicen “hay que mirar para adelante y dejar de estar pegados en el pasado”, refiriéndose a los 40 años del golpe, nunca han perdido a un ser querido. Sólo así puedo tratar de entender esa visión tan superficial, fría y carente de toda empatía. Cualquiera que haya enfrentado un duelo, que haya tenido una verdadera pérdida, entiende que su experiencia es un lujo al lado de lo que vivieron y siguen viviendo los familiares de los detenidos desaparecidos. Esos que, de manera repugnante, El Mercurio llamaba “presuntos”, tal como lo recordaba Carlos Peña en su columna del domingo.

Mi viejo murió un domingo de invierno mientras trotaba. Tenía 48 años. Fue espantoso. Lo esperábamos para celebrar el cumpleaños de mi mamá. Tuve que reconocerlo, despedirme y enterrarlo en pocas horas. Sufrí. Viví desorientado durante meses. Hasta hoy, 22 años después, lo paso mal pensando en todo lo que me ha hecho falta. ¿Y saben qué? Lo mío es un juego de niños, un verdadero aperitivo al lado de ese banquete de desgracia de quienes no saben el destino de su ser querido después de tantas décadas.Yo sé de qué murió mi padre, sé qué día fue, sé porqué fue, sé donde están sus restos. Yo pude hacer un duelo. Pude dejarlo ir. Y puedo recordarlo en paz. Pero cada madre, padre, hijo, hija, hermano y hermana de un detenido desaparecido no ha podido empezar su duelo.

“Es un secuestro permanente” me explica el psicólogo Carlos Ascencio. ¿Cómo carajo entonces puede haber una sola persona en Chile que crea que se puede cerrar el capítulo así no más? No se puede hasta que se rompa el pacto de silencio. No se puede hasta que cada familia de los detenidos desaparecidos sepa cómo, dónde y cuándo mataron a su pariente. Ojalá con la mayor cantidad de detalles posibles. Aunque sea como echarle alcohol a la herida. Aunque duela como nunca dolió. Es la única manera de que este país pueda empezar a cicatrizar.

Seguimos siendo una llaga, una úlcera, un dolor abierto. Y no puede ser de otra forma. Hasta que llegue la verdad. Hasta que permitamos que estas almas en pena puedan comenzar su proceso de luto. No soy de izquierda, no le rindo pleitesía a Allende, no simpatizo para nada con el PC, ni siquiera con el PS. Digo esto porque estoy convencido de que exigir la verdad en Chile es un deber de todos, no sólo de uno de los lados.Yo me niego a mirar para adelante, a cerrar el capítulo, a terminar la “transición” hasta que cada familia de cada detenido desaparecido pueda empezar su duelo. Y de aquí no me muevo.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl