Tenia 19 años cuando tuve mi primer hijo con el  amor platónico de toda mi adolescencia con quien bastó solo un encuentro para dejarme este recuerdo inolvidable. Me evoqué a entregarle lo que podía con mi poca experiencia en la vida.  El trabajo era escaso y mis posibilidades casi nulas con un diploma de secretaria  que nunca me hizo conseguir un trabajo.

Siempre fui buena para el Ingles, lo aprendí cantando, escuchando e imitando.  Un día se  me ocurrió dar clases de español para extranjeros y fue así como conocí a Martín, un alemán que parecía gacela y que era bueno para los deportes náuticos y la bicicleta.

Después de un año juntos  se nos ocurrió que podríamos viajar en bicicleta y establecernos con mi hijo en el país del norte para darle un futuro mejor a mi hijo. Deberíamos trabajar y viajar para ahorrar y costearnos el viaje, cuando estuviéramos con un lugar y trabajo fijo lo traeríamos con nosotros.

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Recorrimos  2.500 kms en 3 meses de pedaleo. En nuestra primera crisis de soportarnos las 24 horas del dia  nos separamos una semana y decidí visitar San pedro de Atacama. Fue sanador para el alma y el espíritu. Continuamos el viaje pero cuando llegamos a la Paz nos separamos y yo volví regresé  a San Pedro de Atacama a probar suerte y a sanar el corazón.  Llegué con una mochila, $30.000 y muchos sueños y esperanzas.  Después de unos meses ya pude  traer a mi hijo y tener una pieza con piso de cemento que era un lujo en  el pueblito altiplánico que contaba solo con 3 horas de luz al día, los  baños eran en el patio y los calefonts inexistentes.

Teníamos un punto de encuentro con la gente local que era una peña donde todos llegábamos a soltar el stress cada noche después del trabajo y ahí conocí al amor de mi vida bailando saya una noche de carnaval.  Como si fuera  algo karmatico también era alemán.

Después de unos años de pololeo por teléfono y cartas eternas de amor él se vino a Chile y tuvimos dos hijos.  Intentamos varias veces negocios que no funcionaron por diferentes  motivos, tuvimos restaurant, pusimos la primera fogata a las frías noches altiplanicas en el centro del patio del restaurant, tuve una lavandería, luego me hice experta en repostería y junto a mi hijo  mayor deleitamos los paladares del los habitantes del pueblo y turistas con pie de limón, empolvados y cuanta receta se me cruzara por el camino, hasta que con la llegada de mi tercera hija ya no podíamos seguir costeando una familia y necesitábamos un ingreso mas consistente. Habíamos comenzado con mucho esfuerzo a construir nuestra casa de adobe en las afueras del pueblo y comenzé a ofrecer una habitacion independiente  a turistas en la llegada de los buses,  asi podría trabajar en casa y hacerme cargo de los niños. Inauguramos el  Lugar como Incahuasi.

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Así después de comenzar con una habitación con cuatro camas la  demanda crecía y crecía y cada vez llegaban más turistas recomendados por otros y mientras más crecáa el negocio mi relación con el padre de los hijos  se  fue deteriorando.  Yo tenia tantos sueños y mi compañero se encargaba de destruirlos llegando hasta la violencia física y sicológica.  Finalmente luego de muchos intentos  para que el se uniera a la familia y a nuestro negocio familiar nos separamos en el año 2007 con mucho dolor y resentimientos y me quedé con la responsabilidad  de todo lo que conlleva mantener una familia con tres hijos.

Mi hijo mayor ya estaba en edad de ir a la Universidad y por eso decidí arrendar la propiedad, con mucho dolor, porque el Incahuasi era como un hijo más.  Nos fuimos a Santiago y los niños pudieron estudiar en un buen  colegio y mi hijo mayor en la Universidad.

Esto duró dos años y medio, el tiempo que pude dedicar a la familia, hasta que un nuevo golpe  me dejó casi en la calle. Mis arrendatarios de un día a otro no pagaron ni un solo peso más y usaron el hotel casi un año gratis. Fue un año que si no hubiera sido por el apoyo de algunos amigos, que no abundan en estas situaciones, hubiéramos quedado literalmente en la calle.

No había dinero para pagar ninguna obligación, ni comida, ni colegios, ni nada de lo básico para mantener a mi familia. 

Logré recuperar hace menos de un año el hotel, que recibi  en condiciones terribles y saqueado por los arrendatarios.  Tuve que traer a mis hijos de vuelta,  ha sido como comenzar de nuevo, pero mis hijos me dan la fuerza que necesito par continuar. Ellos con su corta edad me han apoyado con este nuevo comenzar y he logrado obtener un reconocimiento de calidad de un importante medio que califica servicios turísticos, el reconocimiento de mis pasajeros, cada vez que alguien se va y me felicita por el lugar que tengo, siento la satisfacción que por lo menos esto lo he hecho bien y que aunque tenga que empezar de nuevo después de tantas caídas Dios me da la salud para continuar, eso es impagable.

Entremedio de toda la tormenta llegó mi primer nieto. A veces pienso que aunque la vida ha sido dura, Dios me ha premiado con hijos maravillosos y ahora un nieto que es el mejor regalo que pude recibir después de tanto dolor

Sandra Fuentes Parra

Dueña de Incahuasi

@incahuasihostal

http://www.facebook.com/incahuasi.hostal