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Tal vez por mi crianza en colegio gringo o mi experiencia viviendo en un país centroamericano, siempre me ha atraído mucho EE.UU. Y he recorrido bastante ese país, pero Las Vegas era una ciudad extraña para mí. Eso, hasta que mi pareja, que es muy preocupado y detallista, decidió sorprenderme con un viaje a la ciudad donde Elvis había hecho sus últimas presentaciones. Y si a eso le sumamos que me encanta el teatro y los musicales, era el lugar perfecto para celebrar mi cumpleaños.

Ese día de Octubre nos levantamos tempranísimo y yo seguía sin saber a dónde íbamos. ¿Han hecho alguna vez una maleta sin tener idea de para dónde van o qué deben llevar? Bueno, ésta era mi primera vez y debo confesar que estaba muy nerviosa. La verdad es que no soy muy buena para las sorpresas ya que me gusta tener las cosas bajo control, especialmente, cuando viajo ya que soy muy mañosa para los hoteles. Camino al aeropuerto, obviamente a él no le quedó otra que contarme a donde me llevaba. “¿Las Vegas?” grité yo, y puse una cara, que hasta el día de hoy no sé si era de espanto (por lo que había escuchado de sus hoteles) o de felicidad. Bueno, eso algún día se lo preguntaré y les cuento.

Dejándose de rodeos, llegamos al hotel más grande que he visto en mi vida: El Venetian (De hecho está catalogado como el más grande de 5 estrellas de EE.UU, así es que mi comentario estuvo perfecto). El complejo cuenta con más de 4 mil habitaciones, 20 restaurantes, unos de los casinos más modernos de la ciudad y 10 piscinas. A los que puedes acceder caminando o viajando en góndola por sus canales internos. ¡Nada más romántico! Y yo estaba en éxtasis caminando por la plaza de San Marcos y fotografiándome en la Fontana de Trevi. (por favor, no se olviden que es Vegas y no Italia)

¿Adicta a los realities de cocina? ¿yo?

¿Vieron alguna vez el reality de Cake Boss? ¡Yo sí! Bueno para quienes no lo conocen les cuento que se trata de una pastelería Italiana ubicada en Hoboken, Nueva Jersey. En ella Buddy Valastro dirige, junto a sus cuatro hermanas, el local heredado de su padre. Ellos hacen unas tortas bastante impresionantes y las filas para comprar los Cannolis dan la vuelta a la manzana. ¿Ya se imaginan el resto de la historia, no? Obvio, partí corriendo a comprar uno de esos manjares italianos y a ver si, por casualidad, el jefe andaba por ahí (¡qué patético sueno ahora!) Pagué súper caro, eso sí y mi pareja me miraba como diciendo: “¿estás loca, vas a gastar eso en un pastelito?” Claro, que cuando lo probó, su cara cambió. No me perdonó el gasto, pero si le encantó el dulce.

Pero esa no sería la única delicia gastronómica. Vegas no sólo es famosa por sus casinos, impresionantes hoteles, si no también por la gran cantidad de restaurantes dirigidos por los chefs más galardonados del mundo por lo que decidimos escoger un lugar diferente para cada noche. Y uno muy especial y romántico para mi cumpleaños. Fue en ese momento cuando comprendí que SÍ soy bastante adicta a los realities de cocina, pues al escuchar el nombre de Gordon Ramsay casi me desmayo. Aunque ya había estado en varios de sus restaurantes, yo quería al inglés. Lo que produjo una pequeña peleíta sobre quien tenía más estrellas Michelin: Si mi amado cocinero británico o Alain Ducasse (por si acaso ambos tienen igual cantidad) Al final lo justo es justo y decidimos ser nosotros los jueces de esta contienda. Esa noche fuimos al Gordon Ramsay Steak ubicado en el hotel Paris y para mi cumpleaños al Rivea del chef francés, en el Mandalay Bay. Y aunque no gané la primera batalla, la guerra; sí. La comida de mi elección estuvo muchísimo mejor que la siútica cocina gala. Touché …Aunque la vista del último era para morir.

Dejando la comida atrás y siguiendo con el relato, debo reconocer que los shows me desilusionaron muchísimo, prefiero Nueva York. Claro que todos los espectáculos importantes como Celine Dion estaban agotados; otros, como Jennifer Lopez se habían suspendido por el tiroteo de dos semanas antes y yo ya había visto todos lo Cirque du Soleil, así es que sólo quedaban cosas de segunda categoría. Y no recomendaría ninguno de los que vimos. Por lo que no los voy a aburrir con eso.

Sin embargo, lo más impresionante que hicimos fue bajar el río colorado en balsa hasta la represa Hoover. No muy chic, pero muy relajante y divertido. Eso sí se los recomiendo, de todos modos. El contraste es muy interesante. A pocas horas de ese frenesí de luces y ruido existe esta tranquilidad y belleza natural. El silencio y la quietud se apoderaron de nosotros los que nos permitió volver a Miami muy relajados.

Joanna Wurmann

Corresponsal en Miami de Mujer y Punto