You are currently viewing ”Lo que amo de Dublín”, capítulo 2

Ya les dimos a conocer el capítulo 1 del libro de Amanda Laneley ”Lo que amo de Dublín”. Si quieres saber como continúa la historia de Sara, aquí va la primera parte del capítulo 2.

”Lo que amo de Dublín”, primera parte capítulo 2

–¿Está desocupado este asiento?

La voz grave a su espalda hizo girarse a Sara y se encontró frente a centímetros de unos profundos ojos azules.

“Daniel”. Armando había logrado que fuera él quien se le acercara después de todo. El estómago le dio un vuelco, pero se las arregló para responder tranquilamente:

–Sí, la silla está libre, adelante.

                Él le hizo un breve asentimiento y se sentó a su lado en un taburete alto de madera oscura. El asiento era demasiado chico para un hombre de su gran tamaño y complexión, por lo que se acomodó estirando sus largas piernas. Llevaba unos vaqueros azules y una camisa leñadora que se tensaba a la altura de sus hombros insinuando una espalda ancha y fuerte. Su cabello rubio corto, ligeramente ondeado y la expresión amable de su rostro acentuaban su aire irlandés.

–Soy Daniel –sonrió al parecer consciente de la mal disimulada inspección femenina.

–Sara.

Ella se retó internamente por no decir algo más, pero estaba nerviosa y las palabras no le salieron. Por suerte vio a Daniel más que dispuesto a seguir la conversación.

–¿Extranjera, cierto?

–Sí, de Chile.

–Bastante lejos… ¿estás de visita en Dublín?

–No tanto como de visita, porque me voy a quedar cinco meses en la ciudad.

–Es un tiempo nada despreciable, ¿vienes a estudiar?

–A trabajar en realidad, soy profesora de español –explicó–. También vengo a recorrer lo más que pueda; es la primera vez que visito Europa.

–Entonces no te faltará lugares que recorrer, el continente está lleno de sitios interesantes. ¿Tienes en mente algún lugar en especial?

–París –soltó de inmediato– después ya veremos.

Daniel sonrió y miró el vaso de Sara ya prácticamente vacío.

–Viví en París un tiempo… Si quieres te puedo invitar otra cerveza y te doy algunos datos para recorrer la ciudad.

Sara le devolvió la sonrisa, aún más nerviosa que antes. ¿Acaso Daniel estaba coqueteándole? ¿Ese era el plan que había pensado Armando? Se humedeció los labios y respondió algo turbada:

–Una cerveza suena bien, gracias.

Daniel encargó dos pintas y su pusieron a hablar de la ciudad de las luces. Él le describió sitios que no salían en la Lonely Planet, sino que permanecían ocultos en medio de callecitas estrechas y empedradas. Sara, sin perderse ni una palabra, comenzó a relajarse conversando con él. Un hombre tan interesante y encantador no podía ser tan testarudo como lo describían. 

–Suena como que aprovechaste bien tu semestre de intercambio en París –le comentó ella–. ¿Elegiste irte a vivir en esa ciudad por algo en especial?

Daniel dio un sorbo a su cerveza antes de responder.

–Sí, elegí París por mi carrera; como arquitecto, puedes aprender mucho allí. Y también por el francés, para realmente acostumbrarme a vivir usando un idioma diferente.

Sara asintió.

–Te entiendo perfectamente. Esa fue una de las razones por las que elegí venir aquí. Estaba entre Dublín o Londres; pero finalmente me decidí por Dublín.

–Ah, una chica inteligente –volvió a sonreír Daniel, provocándole a Sara un nuevo cosquilleo en el estómago que la sorprendió porque ya no se sentía nerviosa–. ¿No consideraste que sería mejor irte a Estados Unidos por la cercanía geográfica?

Ella negó de inmediato.

–Siempre quise venir a Europa. Me moría de ganas de empezar a recorrer esta parte del mundo.

–Deduzco entonces que te gusta viajar, ¿no?

–¡Me fascina! He visitado muchas partes de América Latina, pero siempre fueron estadías cortas; este es mi primer viaje largo.

–Nunca he estado en América, pero me encantaría ir, ¿adónde has viajado?

Daniel la estudió con disimulo mientras Sara le hablaba de algunos de sus viajes por América. Le interesaban profundamente los paisajes exóticos que ella describía con tanto entusiasmo, pero le interesaba aún más la forma en que se iluminaba el rostro de la chica al describirlos … Sí que era hermosa, pensó mientras la veía reírse y dibujar en el aire el contorno de una pirámide.

–Dentro de un año, partiré a Australia –le contó Daniel al tiempo que se lo recordaba a sí mismo–. Planeo recorrer el país por ocho meses.

–¡Vaya! ¡Ocho meses! Es un viaje bastante largo.

–Así es, aunque no es el primer viaje largo que hago. Antes estuve diez meses recorriendo el sudeste asiático.

Sara se inclinó hacia él, intrigada.

–¿Y cómo lo haces para viajar tanto? ¿Eres millonario o algo así?

Daniel rio por la ocurrencia.

–Ojalá. En realidad viajar al sudeste asiático es mucho más barato de lo que la gente cree. El pasaje de avión es caro, pero estar allá es muy barato. Por eso, lo único que hago es trabajar para ahorrar lo suficiente y luego me voy –tomó aire profundamente–. No hay nada como armar tu mochila y salir a recorrer el mundo.

Sara bajó la mirada y a él le dio la sensación de que se había entristecido repentinamente.

–Perdona, ¿dije algo malo? Te quedaste muy callada.

Ella le dedicó una sonrisa que no llegó hasta sus ojos.

–No, no dijiste nada malo. Es solo que no todo el mundo piensa como tú… algunas personas no entienden el deseo que algunos tenemos de viajar y tratan de cortarnos las alas todo el tiempo, de mantenernos en una jaula. Es como si para esas personas lo único sensato por hacer fuera seguir el camino tradicional.

–¿El camino tradicional? –repitió él sin entender. Era obvio que había rozado alguna herida abierta en la vida de Sara.

–Ya sabes, lo que hace todo el mundo –contestó ella con voz monótona–. Estudiar, trabajar, casarte y quedarte a vivir siempre en el mismo lugar, en la misma ciudad, en el mismo país… comprarte miles de cosas mientras hipotecas tu libertad para pagar todo eso… Ese camino no es para todos… al menos no es para mí…

–Cada uno puede elegir el camino que decida, ¿no crees?

–No es tan simple. A veces el entorno te presiona demasiado para ir en una cierta dirección y es agotador ir contra la corriente… te quedas sola –agregó bajando la voz como si así se sintiera– pero tampoco es justo hacer algo que no te convence. A mí me preocupa que si haces lo que todo el mundo hace, solo por imitar al resto, desperdicies tu vida entera y toda tu existencia se vea reducida a trabajar sin descanso y pagar cuentas Y nadie le importa que dejes de lado preguntas muy importantes acerca de si de verdad quieres todo eso para ti y, si es así, cuándo y con quién quieres todo eso… O preguntas acerca de si hay otras posibilidades…

–¿Qué otras posibilidades?

Sara elevó su mirada soñadoramente.

–¡Qué sé yo!… Viajar, recorrer el mundo, enamorarse con locura, darse el tiempo de buscar y encontrar lo que realmente lo que uno quiere en la vida… ¿Nunca te pasó que tuviste una sensación de vacío? ¿Cómo si algo estuviera faltando?… A veces siento que viví durante mucho tiempo la vida que los demás esperaban de mí… –miró el rostro serio de Daniel y rectificó–. Lo siento, parece que te estoy aburriendo, cambiemos de tema mejor –se mordió el labio y tomó aire profundamente para darse valor de sacar el asunto que la inquietaba–. De hecho, hay algo que me gustaría pregun…

–Por favor no te disculpes –la interrumpió Daniel–. No es necesario cambiar de tema y no estoy aburrido para nada, todo lo contrario, hacía mucho que no tenía una verdadera conversación. Solo me quedé pensando en lo que dijiste y creo que sé de qué hablas… Tuve esa sensación de vacío antes de irme a Asia. Tenía un excelente trabajo, ganaba mucho dinero y estaba lo que se puede decir cómodo en la vida, pero no me sentía feliz. En ocasiones pensaba en viajar, pero luego me decía a mí mismo que sería una tontería abandonar un trabajo así de bueno.

–¿Y cómo entonces fue que decidiste irte?

Él ladeó la cabeza, recordando.

–Fue después de que mi jefe me asignara el proyecto de un nuevo cliente. Era un edificio comercial muy importante que me iba a traer un montón de responsabilidades por lo menos por los próximos dos años. Tanto mi sueldo como los beneficios que tendría en la empresa mejorarían considerablemente. Todo el mundo me decía lo contento que debía estar.

–Pero tú no te alegraste, ¿cierto?

–Para nada –reconoció–. Me imaginé a mí mismo, trabajando como loco, sin vida personal y sintiéndome frustrado. Y entonces me di cuenta de que si no viajaba de una buena vez, no lo iba a hacer nunca, ¿entiendes?

–Más de lo que te imaginas –dijo ella en tono enigmático.

 Daniel intuyó que había algo detrás de lo que ella no se animaba a hablarle, por lo que él tampoco quiso preguntar, en cambio, solo dijo:

–Para resumir la historia, renuncié, me fui a Asia y descubrí que salir con mi mochila al mundo fue la mejor decisión que pude haber tomado. Nunca antes me había sentido tan…

–Vivo –completó ella sonriendo.

–Sí, así me sentí –abrió los ojos impresionado de que adivinara lo que iba a decir– exactamente así.

¡Muy pronto estará arriba la segunda parte del capítulo 2 de ”lo que amo de Dublín”!

Si te perdiste el capítulo 1, parte 1, pincha aquí.

Si te perdiste el capítulo 1, parte 2, pincha aquí.

Para descargar el libro completo, pincha aquí.

Por: Amanda Laneley

3 CHAPA_LO_QUE_AMO_DE_DUBLIN_FINAL_ SÍ