Soy hombre y estoy comenzando a escribir una columna que se llama mi novia es una chica groupon en una página de mujeres que se llama mujer y punto lo que es como decir se comienza por mujeres y se acaba con mujeres, así pues, hombres, no nos interesa lo que tengan que decir. Es algo intimidante, debo reconocer.

Pero comienzo decidido pues mi intención es prestar un servicio a la comunidad masculina generando conciencia en la par femenina.

Es presumible que todos sepan qué es Groupon, y así no lo explicaré, pero sí intentaré mostrar lo que representa para un hombre; el Infierno. ¿Exagerado, piensan?, pongan atención.

Existe cierta lógica en el consumo y es más o menos así:

En algún momento del día la cotidianeidad nos hace darnos cuenta de ciertas necesidades o estados de ánimo: tengo sed, tengo hambre, estoy aburrido, estoy estresado, quiero sentarme. Entonces, comercio mediante, me compro una bebida, un chocolate, voy al cine, tomo un baño, compro una silla. Pues bien, Groupon trastoca este orden e, invirtiéndolo, ubica al comienzo de la operación al producto. Es justamente esta inversión la que vuelve loca de felicidad a las mujeres pues entrega la oportunidad perfecta para poder decir una de las frases que más las fascina, ahí va: -Y esto, ¿para qué podría servir?- Probado queda; la necesidad aparece al final, y claro está que existen más productos que necesidades, ¿se hace la suma?

Debe entenderse que esto, para una mujer, es como una inyección a la vena que calma primero ese consumismo compulsivo y luego entrena ese don femenino de darle uso a cosas absurdas.

Si esto lo vivieran en forma personal, no habría problema alguno, el problema es que nos arrastran a nosotros, pobres daños colaterales, en este deporte que tienen.

-Es que, mi amor, estaba tan barato…- y ahí estoy yo, el pelotudo yendo a una obra de teatro cuando me carga el teatro, viendo el estreno de una película rosa cuando lo que me interesan son naves espaciales o barcos piratas. Pero claro, como está barato… ¿cómo no aprovecharlo? Y se eleva a categoría de pecado dejar pasar una oportunidad de lo que sea. Y ahí estoy yo, ahora paseando en una bicicleta doble por el centro de Santiago con todo el  mundo mirándome y puedo ver es sus caras que ya se dieron cuenta que soy el imbécil a quien los tentáculos de Groupon han alcanzado y ahí voy pedaleando esa bicicleta doble, haciendo todo el trabajo y sudando la gota gorda pues mi novia jamás se había subido a una bicicleta antes y odia el ejercicio, pero como estaba tan barato y es como si estuviéramos en París, ¿no, mi amor? Y cada semana una promoción nueva, y voy viendo cómo se van llenando los cupos de la “oportunidad” y ahí me estoy encomendando a santos y dioses paganos cuales sean para que no hayan adeptos a las charlas motivacionales de la Pilar Sordo, pues ya me imagino sentado entre puras viejas escuchando a esta señora dar consejos sobre cómo superar la menopausia o sacar la tigresa seductora que toda mujer lleva dentro, chiquillas!!!, y se van llenando los cupos y el ¿tú me vas a acompañar, mi amor, cierto?, nos va a hacer tan bien ir juntos– se deja caer, y como soy un pelotudo le digo que sí y ahí estoy, el único pelotudo entre puras viejas lamentándome e insultándome en secreto por hasta donde he llegado por esta consumista de groupon. Y cuando me vi en un Spa echado en una camilla con una máscara exfoliante color verde en mi cara me dije que ya no más… pero el argumento suena tan convincente: es que estaba tan barato, mi amor!!!

Germán Espinosa

www.germanespinosa.com