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rodrigo guendelman sin señora

Fue noticia ayer. “Alfombra Roja”, el programa de farándula de Canal 13, habría llegado a su fin por bajo rating. Y lo que es tema hace rato es que la mayoría de este tipo de programas sufre una decadencia en cuanto a su popularidad. ¿Es el fin de la farándula? ¿La gente se cansó del pelambre y se viene la cultura a la pantalla grande? ¿CHV se transformará en la BBC? No hay razón alguna para este tipo de pensamientos optimistas.

Concuerdo más con la opinión de quienes han dicho que no se trata de un problema de la farándula en sí, sino que de la televisión abierta en general.  Los números de toda esa industria han caído de manera violenta y cada vez es menos la gente que consume tele, al menos, como la conocíamos hasta ahora. Un ejemplo. Netflix ya está en Chile y  por $3790 al mes puedo entrar a un mundo de contenido alucinante. Sólo necesito un computador y ese mínimo pago mensual. Otro ejemplo. Puedo comprar un Apple TV por menos de 50 mil pesos, lo conecto al televisor y tengo otro fantástico planeta de series y películas de lujo.

Sumemos que la televisión no sólo compite con su propia industria. O sea, el hecho de que uno pueda escuchar música gratis todo el día a través de Spotify, también contribuye a alejar al telespectador de la cajita idiota si es que la programación es ídem. Y aquí podemos entrar a picar en lo micro.  O sea, si ya el entorno, lo macro, está difícil para nuestra televisión local, la parrilla que ofrecen hoy los grandes canales es de una mediocridad abismante. Salvo excepciones, tenemos una televisión enfocada en el segmento de menos recursos, ese que todavía no puede pasarse a Netflix ni a Apple TV, pero que inequívocamente llegará allí más pronto que tarde. Y, por modesto que sea, ese público también es dueño de una paciencia que tiene límites. O sea,  ¿cuánto tiempo puede uno bancarse a “rostros” que no saben nada, que no manejan ningún contenido y cuya “carrera” consiste en hablar acerca del pololeo de X, el romance de Y o el atraque en la discoteque de Z?

Soy de los que creen firmemente en el karma. Estoy convencido de que dedicar una vida laboral a hablar del culo de los otros hace mal, enferma, contamina. Y eso es lo que le ha pasado, en parte, al público: se ha intoxicado de malas vibras. Se ha agotado de historias estúpidas que, además, son vulgarmente narradas, con un mínimo trabajo de guión, ínfimas dosis de glamour y muy pero muy poca creatividad.

Como creo en el karma, no me alegra deducir que habrá periodistas y trabajadores de los medios que perderán sus pegas. Todo lo contrario. Pero creo que será una buena oportunidad para que varios de ellos se replanteen las cosas. Es algo que pienso cada vez que me toca ver noteros de programas de farándula a la salida del grupo radial donde trabajo. Esperan horas y horas,  muchas veces son humillados por la indiferencia de sus entrevistados y, cuando tienen éxito, es porque logran que una “figura” del espectáculo les conteste afirmativa o negativamente acerca de su supuesto pololeo con una promotora de team playero.

Es cierto, todos los trabajos son dignos, pero algunos son más dignos que otros. Y que tu pega sea inmiscuirse en la vida privada de los otros, tiene que hacer daño. Por lo bajo, a las neuronas. Desafortunadamente,  dudo de que haya algún motivo para pensar que el posible fin de la farándula sea la oportunidad para un mejor nivel de contenidos. No mientras sean los mismos quienes dirigen los canales de televisión. No mientras no se entienda esta crisis de la TV abierta como una oportunidad de cambiar el paradigma. No mientras se siga subvalorando al telespectador.  No señor. La decadencia de la farándula es sólo eso. Un signo de los tiempos. Tal vez, un efecto del karma. Pero no es la antesala de las buenas nuevas.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl