Desde que la novela “Cincuenta sombras de Grey” llegó a Chile, no ha bajado del primer lugar en el ranking de ventas. Igual que en el resto del mundo. Más de cincuenta millones de ejemplares vendidos no sólo han hecho millonaria a su autora, sino que algo dicen sobre las mujeres, principales consumidoras de este ícono del soft porno.

He intentado desentrañar la razón del éxito apabullante del libro, me lo leí, he preguntado a cada mujer que conozco que lo leyó cuáles fueron sus sensaciones, he investigado a través de las redes sociales y he llegado a dos tesis preliminares, dos intentos de explicación del fenómeno. Y ambos son complementarios, no excluyentes.

La primera tesis es la que más me ha sorprendido: “Cincuenta sombras de Grey” narra a la perfección la fantasía de la mujer empoderada de hoy. Una mujer muy diferente a su madre y a su abuela y a todas las que vivieron en generaciones pasadas. Esta mujer actual, independiente económicamente, competitiva, estresada, exitosa, que mira al hombre como un igual y que demanda sus orgasmos, necesita un lado B.

Por un rato, y sin que nadie se de cuenta, quiere jugar a que un hombre la somete. No cualquier tipo, claro. Ideal si es un macho alfa, poderoso, rico, alto, que huele bien, que sabe decidir, que la controla, que sea algo sádico y, porqué no, que tenga helicóptero. Como Grey. Un player, un ganador, un as en la cama. Un hombre que tiene en su casa una habitación roja del dolor-placer. Un dominatrix masculino que puede hacer olvidar a la hembra poderosa del siglo 21 eso mismo, es decir, que es poderosa, que tiene el control,  que decide.

Menos riesgoso que una infidelidad y más fácil de mostrar en público que un vibrador, este libro es terapia a la vena para chicas modelo 2012.

Vamos a la segunda tesis, pues es precisa para lograr la cuadratura del círculo: si este winner experto en artes amatorias tiene un lado triste, si su pasado habla de un hombre que necesita amor, si además toca el piano y nunca ha dormido con una mujer pero ahora parece empezar a necesitarlo, entonces todas se vuelven locas. Era que no.

En el libro y en la fantasía de cada lectora, Grey te pasa a buscar en un Audi R8 Spyder, se recupera de una eyaculación en cinco minutos, es el amo en la cama, pero además te da la oportunidad de ayudarlo, te abre paulatinamente su corazón para sanar sus heridas. O sea te permite a ti, lectora compulsiva que te devoraste las 600 páginas en dos días, ser al mismo tiempo su esclava y su madre.

Una fórmula poderosa. Una idea apabullante. Esta primera parte de la trilogía ha puesto sobre la mesa un ángulo que hasta ahora desconocíamos sobre las mujeres contemporáneas. Y eso merece aplauso.

Por Rodrigo Guendelman

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