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Soltera y qué: la verdadera amistad

Hace rato vengo dándole vueltas a la amistad como tema de una columna. Y es que todos hemos tenido amigos que nos han marcado la vida y que se merecen unas palabras y reflexión.

Podríamos decir que somos seres sociales y… bla bla bla. Esto jamás intentará ser un estudio sobre la amistad. Para eso están los expertos sociólogos que pueden escribir mucho más técnicamente y mejor que yo. Hoy quiero hablar desde mi guata y de mi experiencia.

Siempre he sido muy sociable. La “amiga” que reunía, la del millón de amigos y grupos diferentes, la que cae bien a todo el mundo, la simpática y divertida. La que conoce a mucha gente y que en sus cumpleaños siempre se llenaba de gente.

Sin embargo, una va creciendo y cuando la mayoría de tus círculos de amistades comienzan otras etapas como su propia familia, de manera natural vas quedándote a un lado o tú misma te apartas porque buscas más temas en común con otras personas que estén en la misma que tú. Pero hay amigos que, pese a todo, se mantienen y los mantienes cerca.

Por ejemplo, las amigas del colegio, con quienes no te ves siempre y, aunque su vida sea diametralmente distinta a la mía, el cariño es tan grande que son como tu segunda familia. Por lo tanto, las quieres y “aguantas” tal cual son (y ellas me aguantan a mi), las adoras por sobre todo y son tus hermanas.

Hay otros que los conoces en etapas importantes como en la Universidad, proyectos, época del trabajo. Son esos amigos invaluables en los que confías ciegamente porque no sólo están ahí contigo por una historia sino por que optaron en construir una verdadera amistad juntos.

Y hay veces que la vida te sorprende y te muestra a “nuevos amigos”, esos que llegan de sorpresa cuando menos lo esperas, y se transforman en tus partners en todo ámbito, con quienes puedes tener grandes conversaciones, logran desarrollar una gran empatía y, además, te ríes y gozan del día a día. Son personas que hacen tu vida mucho más alegre y a quienes, en un corto tiempo, aprendes a querer enormemente.

Hay amistades a las que puedes no ver siempre… de hecho pasan años, pero cuando te reencuentras, es como haber estado ayer juntas. Pero esos caso son contados con el dedo de una mano.

Hay otras donde la amistad es mucho más frágil y tal como se dice, si no se cuida, es muy fácil de romper. Hubo un hecho que me pasó esta semana que me llevó a concretar esta columna. Una persona a la cual estimo mucho (ahora no se si tanto) y a la que yo consideraba muy amigo, pese a no estar cercana hace algunos años, hizo un comentario de mi que no me gustó. Y es más, me dolió.

Entonces pensé: ¿los amigos hacen eso? ¿Causan dolor a los otros de manera gratuita? ¿Si yo jamás he hablado mal de él, porqué él si de mi? ¿Acaso no existía un “código”  no especificado que establece eso? Pues no. No existe. Uno ve caras y no corazones. Pero planteémoslo de otra manera: ¿cuántos amigos tenemos realmente?

Entonces hice un ejercicio y mire mi Facebook y recorrí a las 397 personas que tenía en mi lista y me di cuenta que por lo menos debía eliminar a 100. Y eso principalmente porque me di cuenta que no eran amigos sino que eran conocidos que compartieron alguna etapa de mi vida, a los que sin duda les tenía aprecio pero no eran mis amigos.  De muchos no sabía hace años o, es más, aunque los haya visto, no existían cosas en común o lo que es más triste aún, ya no existía cariño. Con esto no quiero decir que se debe eliminar a las personas de Facebook. Pero sí sirve como ejemplo para darle una vuelta a qué tipo de amigos queremos en nuestra vida.

Creo que los amigos deben ser esas personas que están contigo, lejos o cerca, pero están. Y que se ponen en tu lugar, que les importas, tanto en los momentos buenos como en los malos. Tal como uno lo haría.

Esos amigos que te dice: “ahora no tengo tiempo pero en Marzo del 2014 hablemos” no son reales amigos… son sólo conocidos… El asunto es que las amistades se elijen y yo estoy feliz por los grandes AMIGOS (THE REAL AMIGOS) que tengo, a quienes he elegido para que compartan mi vida y ellos me han elegido a mi también. No son muchos pero son leales y eso, estimados, en estos tiempos, es impagable.

(Quiero dedicar esta columna especialmente a Mary, Maca, Christian, Paula y Anita -los viejos amigos- y a la Caro y Marcos -los nuevos-. Gracias a ustedes, este año a sido mucho mejor).

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Por Evelyn Dixon