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Hace 6 meses fui mamá por cuarta vez, hace 6 meses que corro sin parar, que no duermo ni descanso, hace 6 meses que mi pechuga es de conocimiento público y que mis conversaciones volvieron a ser pañales y mamaderas.

Hace 6 meses mi cuerpo “volvió a la normalidad” y ya no hay excusas para tener una horrible guata y unas espantosas “manillitas del amor”, como cariñosamente le dice mi marido al horroroso rollo más conocido como “flotador”.

Para ser honesta considero que estoy bastante bien para haber tenido 4 guaguas en 8 años y haber parido por última vez hace 6 meses y con esa seguridad camino por la vida, chocha con mi físico de multípara, hasta hace un par de semanas atrás.

Mi marido me invitó a comer y como estaba rica la noche fuimos caminando, se nos acerca el clásico acomodador de autos y nos pregunta “¿Esperando guagüita?” ¡¡¡Qué se cree ese hombre!!! ¡Con qué derecho me insulta de esa forma! Ese día comienza mi periplo sin fin en busca de la perdida figura perfecta.

Kilómetros y kilómetros de trote, infinitos litros de agua, insípidas ensaladas, desabridas leches solas al desayuno,  dos horas semanales de pitidos en el oído por la famosa cavitación, dolorosos masajes reductivos, pantalones a la altura de la cintura… Mil y un trucos para disimular esa grasa abdominal que se niega a desaparecer.

Todas quienes tienen hijos, que han llevado una criatura en el vientre pueden entender que además de la figura, lo que cambia es la postura… 9 meses con la guata en estado de relajo, con cero trabajo de los abdominales no son fáciles de revertir. Además la posición más cómoda para tener en brazos a nuestros hijos es con la guata afuera, si no la gravedad hace que vayan directo al suelo. Y es difícil volver a esa postura anterior, estirar el cuerpo, entrar la guata, afirmar los glúteos… quienes no han sido madres no pueden entender la difícil tarea que eso implica.

Estar en mi forma perfecta para mí ya es una utopía, solo pido llevar con gracia este cuerpo, sin preocuparme de los kilos de más. Y he descubierto que la única forma de hacerlo es asumiéndome como soy… Paseándome por la playa este verano con un par de kilos demás, la guata afuera, un poco de celulitis, un par de estrías locas por ahí (pocas en mi caso, gracias a Dios) pero sintiéndome la mamá más linda del mundo, y la más feliz de haber cambiado mi cuerpo por culpa de esos 4 niños que juntos hacen un castillo en la arena al borde del mar.

Por Meme, periodista de Mujer y Punto