Me declaro culpable. Como buena hija de vecino, disfruto con una dosis diaria de farándula. No sé por qué, ya que es más lo que me irrita que lo que me divierte. Pero en fin.  Cada vez que veo portadas con mujeres con escasa ropa, siendo objetivadas y reducidas a sólo a su cuerpo, me indigna.

Entiendo que para la mayoría de las mujeres que se dedican a la farándula, no sólo es parte del “costo” de la fama, sino que resulta, más bien rentable. Hasta la Vale Roth sacó buenos dividendos de su “loca noche de pasión” en el lobby de un edificio. Estoy prácticamente segura de que no se arrepiente de ese episodio.

Pero lo que realmente me produce ira es ver a mujeres que se convierten en figuras públicas con otros fines (políticas, científicas, empresarias, entre otras) y que, sin embargo, reciben el mismo trato degradante, humillante y “cosificador” por parte de los medios, por parte de los hombres y sí, también por parte de otras mujeres. Sí, porque las peores enemigas de las mujeres somos nosotras mismas.

Recuerdo que casi me salieron lágrimas de rabia cuando el año pasado vi la portada de LUN con Camila Vallejo y un título “Camila se niega a bailar la colita” o algo así de detestable. No comulgo con Camila Vallejo. No soy su admiradora ni la apoyo políticamente. Porque ése no es el punto. El punto es que no podemos seguir aceptando que, como mujeres, nos humillen de esa forma. La belleza se ha convertido en un problema para Camilia Vallejo. Porque no importa lo que diga, no importa lo que piense, no importa a quienes movilice. Lo que importa es que no quiera mover el culo.

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La belleza es también un problema para Evelyn Matthei, Carolina Tohá, Ximena Rincón, Lily Pérez, y todas las políticas guapas que hay. Pero la falta de belleza (en cuanto a los patrones socialmente aceptados) también lo es. ¿Hasta cuándo con el “Gordi” para referirse a la ex Presidenta, Michelle Bachelet? Que lo diga un hombre me enfurece, pero que lo diga una mujer me duele en lo más profundo.

Porque a fin de cuentas, la cosa es así. Nos tratamos mal entre nosotras. Nos quejamos del “machismo”. Somos secas para victimizarnos. Pero las que estamos llenas de prejuicios somos nosotras. La que no se ha referido a otra mujer  en términos de “chula”, “gorda”, “puta” o “fea”, que tire la primera piedra.

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Pero, ¿y si en vez de atacarnos nos unimos? ¿Y si en vez de odiarnos hacemos las paces?  ¿Y si en vez de pelarnos hacemos un acuerdo tácito y gritamos “basta, ya fue suficiente”?

Por Catalina Correia, Periodista y “geek asumida”.

Twitter:@lacorreazo