You are currently viewing Control v/s Descontrol…he ahí el problema hoy

Constantemente escuchamos y vemos cómo se han ido “psicologizando” todas nuestras emociones y comportamientos. Cada día aparecen nuevos conceptos que resumen en una frase, conocida como “diagnóstico”, sobre lo que cada persona padece, y que muchos se pegan como  “etiqueta” en la frente para que el resto entienda su forma de ser: “no, no tengo ganas de hacer nada, tengo depresión”, “Ayer no dormí nada, es que tengo insomnio”, “no puedo ir con mi hijo al mall, se porta muy mal, es que tiene hiperactividad”, “disculpa, no puedo contener lo que siento, tengo incapacidad de manejar impulsos”, “ayer me comí una barra de chocolate entera, me dijeron que tenía síntomas de ansiedad”, “a veces me late el corazón tan fuerte y me siento angustiada, debo tener crisis de pánico”.

¿Qué nos está pasando? ¿Cuál es la necesidad de etiquetar absolutamente todo lo que sentimos? ¿Será que cuando un otro, que estudia la mente humana, le pone nombre a lo que sentimos, nos entrega la seguridad de saber qué es lo que nos pasa y esto nos devuelve un poco el control de nosotros mismos? ¿No será que el problema actual va más allá de las sensaciones y apunta más a la incapacidad de soltar el control en absolutamente todas las áreas de nuestra vida?

Es real, muchas veces un diagnóstico baja la ansiedad del paciente, ya que le entrega una respuesta a lo que sienten. Saber que hay gente que siente o ha sentido lo que uno padece, nos entrega la sensación de que no somos seres extraterrestres y nuestras sensaciones displacenteras pueden trabajarse para dejar de sentirlas o quizá, aprender a vivir con ellas. Por otro lado uno ve muchas personas que muestran cierto “apego” con sus diagnósticos, ya que a veces su problema les permite ganar atención en su círculo cercano… Atención y preocupación que nunca han tenido. Esto se conoce como “ganancia de enfermedad” o “ganancia secundaria”.

Actualmente observo, no solo en la consulta, sino también en las charlas grupales a mujeres o simplemente en la vida cotidiana, que anterior a toda sintomatología o enfermedad, hay a la base un problema  con el control (mayormente femenino). Es impresionante darse cuenta como las mujeres tienen una incapacidad de perderlo y cómo se puede ver que el tenerlo bajo su poder les entrega la sensación de orden y tranquilidad; oficinas perfectas, casas ordenadísimas, platos brillantes, hijos peinados, trabajo al día, uñas pintadas  sin correcciones, matrimonios sonrientes para el resto del mundo, en fin… ¿Pero qué sucede cuando algo se mueve de su lugar?

Ahí comienzan los problemas… La forma en que se maneja esta pérdida del control va a comenzar a generar sensaciones en la persona que pueden irse incrustando  en la manera de ver el mundo y el comportamiento cotidiano, se manifiestan síntomas y luego, cuadros ansiosos o depresivos. Mi apuesta va a comenzar a observarse, mirarse, darse cuenta de que: “si tú no haces las cosas, no necesariamente van a quedar mal hechas”, “si estás en una situación íntima con tu pareja, no dejes de sentir porque te quedan 6 horas para dormir”, “si tienes miles de cosas que hacer, no se va a acabar el mundo porque priorices por lo más importante”, en fin, aceptar que las “Chicas Superpoderosas” son solo dibujos animados y nosotras… Somos solo mujeres.