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No sólo como psicóloga, sino también como mujer me percato cotidianamente de cómo la relación que establecemos con el mundo, es la forma en que vamos formando y des/formando nuestra sexualidad.

Se tiende a creer que la sexualidad es el acto de entremezclarse  de manera íntima con una persona, donde se da un encuentro que envuelve pasión, deseo, fantasías y sensaciones. Efectivamente la sexualidad tiene mucho de esto, sin embargo se desconoce que ésta, involucra bastante más.

Vivimos en una realidad donde los vínculos y los espacios para dar intimidad a las relaciones son cada vez más fugaces; una fracción de nuestro tiempo debe estar meticulosamente estudiada para no perder un minuto de “eficiencia” en nuestro trabajo o quehacer cotidiano. Por lo mismo, por mucho que los seres humanos desafíen y atenten contra la temida rutina, constantemente vuelven a ella ya que entrega la sensación de control, de manejo y de conocer que dentro de esos parámetros y límites, todo “anda como debe andar”. Querámoslo o no, vivimos en una sociedad donde lo que prima es el rendimiento, por lo que si tenemos la “clave” para llegar a él, mejor nos atenemos a esta monotonía que nos permite diariamente “pisar un terreno conocido”.

¿Pero qué sucede cuando esta conocida eficiencia termina  generalizándose en el actuar de la relación? ¿Qué pasa cuando un hombre sabe cómo hacer llegar a una mujer al placer y decide quedarse en esa rutina segura siempre? ¿Para qué innovar el esquema si trae consigo resultados positivos?

Y aquí es donde aterrizamos forzosamente. Aquí es donde no puedo dejar de recordar una de mis frases favoritas, que a pesar de ser aplicable en todo contexto, en la sexualidad cobra vida y sentido: “todo estímulo pierde su novedad”; si te acarician el cabello durante 5 minutos sentirás un notable placer, pero si te lo acarician 10 horas seguidas y de la misma manera, probablemente ya no sentirás lo mismo.

Es en este sentido donde constantemente enfatizo en la educación masculina en materia de camas. Ellos más que ellas, miden su rendimiento a través del orgasmo femenino, si ella no tiene orgasmo, la culpa es de ellos, y si ella lo tiene, recordarán la fórmula para utilizarla cada vez que puedan. Pero claramente esta técnica perderá su eficacia rápidamente si se establece como rutina.

¿Qué es entonces lo que hace que un hombre logre ser un amante prefecto? Que entienda que el cuerpo de una mujer, es mucho más que sus genitales y sus senos, que logre visualizar a este cuerpo como lo que es: un mapa matizado de zonas erógenas que no están concentradas en sectores específicos, sino en toda una figura.

Los estímulos que recibimos del medio ambiente son estímulos que se procesan a partir de receptores sensitivos. Estos receptores pertenecen a órganos encargados de encausar señales externas y dar pie a los que todos conocemos como los “5 sentidos”. Y este punto es al que buscaba llegar: es real, el tacto es uno de los sentidos más utilizados dentro de una relación sexual y me atrevería a decir que éste goza del mayor “órgano sexual” que todo ser humano posee: la piel. ¿Si todo nuestro cuerpo está cubierto por ella, y ésta en ciertas zonas tiene más de 200 unidades de terminales nerviosos por centímetro cuadrado, porqué nos enfocamos siempre en las mismas zonas cuando llevamos el cuerpo a la cama?

Si se sientan a pesar por un momento, que la mayoría de las personas limitamos la  sexualidad a sólo un sentido, y más aún, siempre al mismo sector, es bastante entendible que hoy exista una notable disminución del deseo sexual tanto en hombres como en mujeres. Si sólo se utiliza este camino para llegar a la satisfacción femenina, es poco probable que el umbral de placer se mantenga a lo largo del tiempo.

Es así, que hoy mi invitación es a observar. A sentarse a re/mirar un cuerpo, como si éste fuera un mapa, donde no hay un camino definitivo ni único para llegar a la meta, y muchas veces detenerse en el camino te muestra nuevos y sorprendentes destinos. Sólo basta con pensar en que en este recorrido no hay prisa ni ganadores, la ganancia es simplemente disfrutar del paisaje.

Pd: un paisaje puede disfrutarse desde una maravillosa vista, un agradable aroma, sonidos que provocan miles de sensaciones, sabores únicos y nuevos, y texturas que sólo podrás apreciar cuando realmente te detengas a sentir…

Ps. Nerea de Ugarte López

Columna escrita para Revista Onebook Colección otoño

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