Es pequeño, peludo y rosado. No es un animal fantástico, ni está en un cuento de hadas, pero podría estarlo. Habita al centro y noroeste de Argentina, y es conocido como el pichicieog menor.

Es el más pequeño de los armadillos, pero enfrenta un gran problema: la falta de información que hay en relación a su especie. Tan poco se sabe acerca de él y sus costumbres, que los investigadores no se atreven afirmar si está en peligro de extinción o no, y si lo está, qué tan alto es su riesgo.

El notable armadillo hada rosa (Chlamyphorus truncatus), también conocido como pichiciego, mide poco más de 10cm, pasa casi toda su vida excavando bajo tierra y un caparazón rosado cubre su suave pelo blanco.

El más chiquito de los armadillos se alimenta de invertebrados y plantas, y se deja ver en la superficie en muy raras ocasiones. Y además, es muy susceptible al estrés y no tolera muy bien los encuentros con humanos.

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A pesar de su nombre común, este animalito no es totalmente ciego, pues, aunque no es capaz de definir bien las formas y los contornos, sus ojos le permiten detectar los cambios luminosos, lo cual es suficiente para ellos que viven la mayor parte de su vida bajo tierra y que para cazar emplean principalmente su agudo olfato.

Aunque son consideradas especies omnívoras, es decir, que se alimentan tanto de materia animal como vegetal, lo cierto es que se conoce bastante poco acerca de su dieta.

Una de las características más curiosas de los pichiciegos es su coloración, que es totalmente rosada como la de un recién nacido, incluso en estado adulto. Por otro lado, son los únicos armadillos que tienen suelto el borde de su coraza, lo que permite ver el abundante pelaje blanco que recubre su cuerpo y que lo protege del clima frío del invierno. Esto es prácticamente imposible de observar en las demás especies de armadillos.

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Muy interesante también resulta su cola. Mientras que en la mayoría de la especies es larga y de forma aguzada, el pichiciego presenta en su extremo una estructura parecida a un diamante que emplean para apoyarse cuando caminan, como si se tratara de una quinta pata.

Es muy probable que en realidad esté amenazado de extinción, pero simplemente no lo sabemos. No tenemos forma de hacer un censo en el campo porque para eso tendríamos que poder contar los animales, sus huellas o algún signo indirecto, y no hay de los pichiciegos. Con la falta de información que hay, en el peor de los casos podemos llegar a que se extinga la especie y ni nos demos cuenta.

Por Margarita Lira

De: diarioecologia.com

Foto: iieh.org
carmenriverocolina.wordpress.com