Para muchos adultos fin de año se ha convertido en uno de los momentos de mayor estrés y agobio. La sensación constante de frustración al sentir que no tenemos tiempo para nada, hace que nuestro estado anímico sufra cambios permanentes en la línea de la rabia.

En sólo un día podemos pasar por las diversas manifestaciones de la ira sin darnos cuenta. Sólo basta con mirar cómo andamos por las calles, cómo manejamos, cómo entramos a las tiendas, cómo vamos a dejar y a buscar a nuestros hijos al colegio, para darnos cuenta que cualquier situación que implique tener que esperar, hace que frases como: “no tengo tiempo, te puedes apurar”, “tremendo taco, tengo que llegar rápido”, inunden nuestra atmósfera.

La paciencia se convierte en un bien escaso a estas alturas del año, siendo el indicador más concreto que fin de año ha llegado y por ende la irritabilidad se apodera de nosotros.

En el mismo planeta y compartiendo constantemente con nosotros, los niños experimentan este mismo momento de una manera diametralmente opuesta. La alegría se convierte en la emoción dominante y la frase “que rico que se acaba el año” termina siendo un emblema para ellos.

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Pero qué pasa cuando convivimos todos en el mismo lugar, cuando la espera toma ribetes tan distintos en términos de significado y vivencia. Mirar estas diferencias observando las caras de ambos personajes, me hace pensar que esos “locos bajitos”, como los denominó Serrat, son siempre portadores de sabiduría.

Fin de año, como su nombre lo dice, significa poner término a un periodo. Implica realizar un cierre evaluativo a una serie de situaciones que nos aquejan, y más aún, implica que nuestros hijos pongan fin a un año de aprendizaje que conlleva  un crecimiento implícito. Es ahí donde hay que detenerse a pensar, no podemos permitir que nuestro apuro, nos robe su infancia.

Nuestro país tiene la ventaja que fin de año se da en época de primavera, donde el sólo hecho de que se oscurezca más tarde y la temperatura ambiente resulte agradable, hace que el estar al aire libre se convierta en una posibilidad. Entonces,  si tomas este momento como una evaluación diaria de proceso en cuanto a la vinculación con tu hijo, una plaza se puede convierte en el mejor panorama.

Apúrate para llegar a ese lugar

Cierra el día con un momento grato

Disfruta el estar juntos en espera de la noche

Y por sobre todo, no arruines con tu ira laboral y adulta, el espacio relacional de la familia, haz de este fin de año un momento distinto, aprende de los niños a re-significar los conceptos de Apuro, Cierre y Espera, no dejes que tu ceguera te impida ver el proceso.

Por  Gabriela Capurro

Academica de la escuela de psicologia de la UST

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