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Heidelberg, Alemania. Nada es lo mismo cuando visitas un pequeño poblado alemán, muy característico de la cultura que le ha dado fama a nivel mundial y que se asemeja a la parte nórdica del continente europeo, si no subes la colina del otro lado del río.

Heidelberg, es un pueblo encantador por definición. Imagen fehaciente de escenas inspiradas para cuentos de hadas, con fachadas geométricamente pensadas para empatizar con el entorno, la arquitectura y el espíritu de pequeño pueblo europeo en adoquines y callecitas angostas. El orden y gusto por la semejanza e integración de las edificaciones le da una terminación deliciosa que mezcla la historia, calidez hogareña y rigurosidad que ha caracterizado la figura del ciudadano alemán de todas las épocas.

Pero la gracia más deslumbrante de Heidelberg no está en el pueblo mismo, ni es un edificio, ni un strudel: es el sendero que sube por la colina de en frente.

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Sendero de los poetas (2)

Heidelberg y el camino de los filósofos

Le llaman el camino de los filósofos. Con justa razón. Allí iban poetas y filósofos a dar paseos, debatir sus ideas intrínsecas y a conversar consigo mismos sus verdades y convicciones. Es posible imaginarles en el trayecto y nada de difícil intentar recrear la escena. Es un lugar que sugiere palabras, pero que finalmente el lenguaje no puede condensar, por tanto, tampoco las imágenes, aunque sí lo hagan para referencia.

Al recorrerlo, no puedes evitar sentir envidia de aquellos grandes exponentes de todos los tiempos. Y eres tú la que replica sus pasos esta vez. Sentir lo que les llevó a relatar la corriente de conciencia que transcurre y fluye al caminar ese lugar le hace aún más especial. Karl Jaspers, Achim von Arnim, Clemens von Brentano o Joseph von Eichendorff, todos ellos exponentes del romanticismo alemán, caminaron esas callejuelas de tierra y piedras.

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Las escaleras que conducen al ascenso de la ladera están impregnadas de verde… literalmente. Un musgo verdoso color fosforescente florece entre medio de los ladrillos para darle una cualidad de magia al inicio de la caminata en la que te sumerge. Entonces le siguen las plantas, propias de un territorio húmedo y cálido, por el efecto regulador del agua y el micro clima, con gran parte del año recibiendo la caída de la lluvia. Cielo cristalino celeste, árboles en flor, verdes y frondosos arbustos y un orden y limpieza especialmente bullicioso y jactancioso.

Entonces emprendes la subida. Subes, subes y sigues subiendo. A ratos miras. Entonces es cuando no se debe pensar solo en cuánto queda para la cima y detenerse a mirar hacia un lado, el otro, la vista y, sobre todo, lo que un turista siempre olvida: mirar hacia atrás.

Va a dar con la inspiración personificada. Una escena que de leída tantas veces en ficción no imaginas en la realidad. Hubiese dicho mucho de la recreación de los cuentos de Charles Perrault el conocerla antes.

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Entonces continúa el trayecto con un nuevo aliciente e incentivo, no para ir más rápido, sino para estar ya sumergido en la naturaleza, rodeado de la idea de hacer ficción y respirar hondo. Ideal con tu pareja, tu mejor amigo, tu mascota, contigo mismo. Es igual al final: la reflexión, el silencio y la intimidad llegan a ti sin invitarse antes, ni pedir tu permiso y se quedan por un buen rato.

Entonces llegas arriba del todo y caminas en línea recta por la mitad de la inclinación del cerro hacia el frente. El castillo de Heidelberg (Heidelberger Schlosses) custodia una ciudad que luce como casas de muñecas continuas, bañadas por un río cristalino, que sin importar el color de las nubes que tenga sobre él, brilla y se luce con todo su carisma. Entonces te sientas a pensar en la postal, en la forma de condensar ese paisaje y ese momento para aquellos que no lo comparten contigo y te encantaría que lo hicieran. Sin embargo, es imposible, ninguna captura lo equipara y lo que puedes hacer es tan solo lo que hacían los filósofos, escribir líneas para el resto de lo que ese paisaje provocó en ti.

Sendero de los poetas

¿Cómo llegar?

Atraviesa el puente Alte Brücke o Puente viejo, que cruza el río Neckar y que se caracteriza por tener dos torres. Está a nivel de las avenidas principales de tráfico vehicular, justo debajo del Castillo de Heildelberg, bordeando el río.

¿Desde cuándo?

Fue trazado en 1817 en las laderas de Heidelberg, a 200 m de altitud y se encuentra en la banda norte del Neckar.

Por: Natalia Vidal Toutin