You are currently viewing ¡Qué importante es detenernos y agradecer por lo que tenemos!

Me demoré un poco en volver. Más que ocupada – porque siempre hay tiempo para todo – he estado increíblemente desordenada. Pega nueva, horario nuevo y una Pyme que se activa con el frío (son tejidos).  El pololeo, el periodismo, las terapias, la casa, la familia y la mascota, los amados e idolatrados sobrinos, el estudio y el tiempo para mí.  Sí, yo sé que no soy la única, que mi lista no está entre las top 10 de la ocupación femenina y masculina, pero generalmente las experiencias no son comparables ni medibles con el que está al lado.

La cosa es que hoy, camino al trabajo – atrasada, con una galleta en la boca y el termo de café en la mano – me di cuenta de que la estoy embarrando en algo puntual: Agradecer. Me subí al auto y mientras abría el portón con una mano (la que me quedaba libre) y lo afirmaba con el pie, noté por qué las cosas no se amoldan desde hace rato y no logro disfrutar plenamente del momento por estar pensando en lo que tengo que hacer o lo que se viene. Porque no he sido consciente de lo que tengo, porque no lo he integrado a mi vida, porque sigo sintiendo que son cosas externas – muy buenas – pero ajenas.

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En ese momento decidí detenerme un ratito y, como era mi costumbre hace tiempo, di las gracias “a mi pinta”. A Dios, a mis ancestros y al universo por todo esto. Además, les prometí – porque la cosa sin trabajo no resulta – buscar la manera de sentir mías esas cosas que llegaron para mí, solamente para mí y nada más que para mí.

Ahí noté también lo mucho que cuesta aceptar que pueden pasarnos cosas buenas. No sé si a todo el mundo, pero habemos muchas personas que, de manera consciente o inconsciente, llegamos a sentirnos indignos de tener una buena pega, una buena relación o buena suerte en general, por ejemplo ¡Qué tontera más grande!.

Tal como reza la ley de la abundancia, como hijos de Dios (Alá, Buda, Shiva, el Universo o el nombre que usted le quiera poner) somos merecedores directos de todo lo bueno que necesitemos en nuestra vida, casi por decreto divino. El tema es que, mentalizados como estamos en este mundo, nosotros mismos cortamos ese flujo de abundancia y comienzan los desequilibrios. No es que la vida sea solo de un color, pero como seres humanos nos esmeramos en hacérnosla más compleja de lo que realmente debería ser.

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Les iré contando cómo cambian las cosas – porque de que lo harán, lo harán – y las invito a darse un minutito una vez a la semana, o cada vez que lo necesiten, y en un respiro de tiempo dar las gracias, por vivir, por la abundancia por todo eso que tenemos y que, por estar ocupados con tonteras, no logramos dimensionar en su magnitud.

La manera de lograrlo es “a gusto del consumidor”: un rito personal con velas, incienso y una imagen, equivale a una misa, una oración o una meditación. También a pronunciar con la mente y con el corazón la palabra gracias. La cosa está en ponerle intención y en sentirnos realmente privilegiados de lo que tenemos hoy, aunque existan cosas malas, aunque esté el defecto presente. En fin, les contaré cómo me va. De seguro se me volverá a olvidar agradecer algún día, es parte del juego. Pero lo bueno es que estará esta columna en alguna parte de la red, para recordármelo nuevamente.

Un abrazo y nos vemos la próxima semana.

Carolina Bustamante C

Terapeuta Complementaria y Periodista

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