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En invierno la cantidad de enfermedades aumenta considerablemente, debido a la poca ventilación y a las bajas temperaturas, sumado al estrés y al descanso insuficiente, hacen que el cuerpo quede expuesto a virus, hongos y bacterias. Por esto es importante preparar al organismo a través de los nutrientes que ingerimos.

Los nutricionistas recomiendan comer más cítricos en invierno, como naranjas y limones. ¡Éstas son fuentes ricas en vitamina C; las legumbres (porotos, lentejas, garbanzos) por ser ricas en vitaminas del complejo B; avena, que es un cereal muy completo que aporta fibra y vitaminas del complejo B y sopas y cremas con verduras de la estación que aporten betacaroteno, como zapallo y zanahoria!

La vitamina C estimula el sistema inmune, las vitaminas del complejo B favorecen la producción de anticuerpos y el betacaroteno ayuda a mantener la piel y las mucosas en buen estado.

El consumo diario de agua también ayuda en gran medida, ya que facilita la limpieza del organismo y favorece no sólo su adecuado funcionamiento, sino también la atenta y oportuna eliminación de agentes externos que pudiesen desencadenar cambios en el cuerpo.

La reducción de las grasas en la dieta no sólo es fundamental para controlar el peso, sino que también para el óptimo funcionamiento del sistema inmunológico. Las dietas ricas en grasas reducen la respuesta inmunológica, tanto por exceso como por efecto de las calorías, aumentando así el riesgo de infecciones.

Los especialistas además aconsejan que, ya sea invierno o verano,  debemos mantener una dieta equilibrada y saludable, además de practicar actividad física para mantener un estado nutricional normal y un buen estado de salud. En el caso de las frutas y verduras es recomendable consumir cinco porciones al día, de preferencia natural o también pueden utilizarse sopas y cremas de verduras naturales. Las legumbres se recomiendan en una frecuencia de dos veces por semana. En el caso de la avena, ésta se puede utilizar como reemplazo del pan al desayuno.