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Cuando éramos chicos, y nuestros padres nos llevaban de paseo (sea en avión o a la vuelta de la esquina), no éramos muy conscientes del por qué lo hacían. La pasábamos bien, pero sin pensar mucho. Lo que no sabíamos, era que ellos estaban sembrando semillas dentro de nosotros, para que germinaran algún día, quizá sin que ellos mismos lo supieran. 

Uno de mis primeros recuerdos, alrededor de los cuatro años, es de mis padres llevándome a una feria en algún lugar de la Provincia de Buenos Aires. Me acuerdo que comprábamos lupines, algo que no había en el supermercado. Todo el paseo me encantaba y hoy, treinta años después, me encuentro a mi misma hurgando en mercados de Bangkok o de China buscando esa misma sensación, la de probar algo nuevo, la de encontrar cuales son los “lupines” de ese lugar.

Todo esto se me reveló cuando decidimos llevar a nuestra hija a Japón por primera vez.

Japón encierra tantas maravillas, tantos sabores, tantas tonalidades, tanta sabiduría, tantas semillas maravillosas para plantar en el alma de una criatura de tres años y medio.

Por qué viajamos?

Cuando somos jóvenes, lo hacemos por la aventura, para salir de nuestra zona de confort, para lanzarnos al mundo. Algunos buscan historia, o cambiar su historia. Otros buscan hurgar en el pasado o cumplir sueños.

Yo viajo para descubrir gente. Y para llegar al alma de una cultura, de un pueblo, hay que ir directo a la cotidianeidad del día a día: ver qué cultivan, qué extraen del mar, cómo lo preparan, como es el ritual de compartirlo con sus familias. La cocina y la cultura de la comida, desde los carritos callejeros a los restaurants 5 estrellas, están en el corazón de quienes somos y de lo que nos identifica.

Museos? Sitios históricos? Vistas famosas? A mi me van a encontrar en los mercaditos, en puestitos de higiene cuestionable, o comprando pescaditos fritos directamente de un bote en el río.

Así fue como llevamos a Sofi a Japón. A exponerla a eso.

Japón, una cultura increíble

Los Japoneses creen en hacer una sola cosa, y perfeccionarla. Hacerla una y mil veces, hasta que no haya margen para el error, hasta que solo quede la excelencia. Un aspirante a chef de sushi pasa seis años solamente lavando y cocinando arroz. Y eso se nota. En todas partes. Aquí les quiero mostrar y contar sobre algunas fotografías que tomamos en Japón.

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Detrás de esta ventana en Tokio, este chef se asegura de que la masa para sus soba esté estirada perfectamente igual en su totalidad, y de que tenga un ancho de 1.5mm. Ni uno más, ni uno menos. Al observarlo soy testigo de algo que fue hecho miles y miles de veces, y la palabra “artesanal” parece quedarle chica. La preparación del soba es un verdadero arte, tomado con una seriedad absoluta, como solamente los japoneses lo saben hacer.

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De más esta decir, nos comimos una pila de soba mas alta que el Monte Fuji…
Para ser justos, en esta foto Sofi esta comiendo Udon, pero el concepto es exactamente el mismo (los soba desaparecieron antes de poder sacar la cámara)

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Sofi y su papá, explorando restaurantes diminutos, con una barra para 5 personas cada uno y nada más, en los que atiende una sola persona, y en los cuales probamos todo tipo de exquisiteces, y por mucho menos de lo que cualquier restaurant de sushi nos hubiese cobrado en casa, por algo tan despreciable como un California roll…

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En el mercado de pescados de Sapporo, nos internamos en una callejuela oscura, ya tarde, cuando casi todos los puestos habían cerrado. Fuimos a dar con un lugarcito diminuto, calentado por estufitas eléctricas, en el que cada uno asaba su propia comida. Quisimos probar algo que nunca habíamos comido. Pedimos un hokke, y lo cocinamos. El resultado? Espectacular, por supuesto. Pareciera que en Japón nada puede saber mal.

Qué semillas plantamos en este viaje? Delicadeza, dedicación, excelencia, mesura? El dejar de lado las luces brillantes de lugares lujosos, y bajar a buscar a los artistas de los callejones? Pasión, tenacidad, la búsqueda de lo extraño, de la belleza en un lugar que huele a pescado? El abrazar lo que nos es ajeno, foráneo? Quién sabe. Quizá todas, quizá ninguna, quizá otras cosas que no imaginamos… De lo único que estoy segura, es que un viaje a Japón no alcanza. Ni dos.. Ni tres.

Hasta la próxima!

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Por: Ludmila Baker