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Siempre me gustó esto de las redes sociales, porque era fácil ‘conocer personas’. Aunque, honestamente, antes era más “peluo” que ahora. Mirabas la foto de su perfil y si se veía real saludabas a la persona, y si el nombre era cuerdo, mejor aún.

Recuerdo la página “Latinchat” perfectamente, estaba de moda en el 99 hasta el 2002…Pasé varios sustos, pero nunca crucé la barrera del “juntémonos”, había hartos tipos enfermos y desquiciados dando vueltas enviando mensajes del tipo grado 8.

En el colegio solo conocía chiquillos en la fiesta de aniversario, y este era el evento del año. Mi colegio era de mujeres, y para esta fecha venían chicos de otros colegios (solo de hombres) a bailar en las coreografías, y hacer todas las actividades que se realizaban para celebrar este magno evento escolar.

Según yo, los chicos eran muy inmaduros, yo quería otra cosa. En el 2003, apareció Myspace.com, sitio gringo, más pro que el anterior, en donde podías elegir de forma más selectiva “lo que buscabas“, y por supuesto, cual Fotolog, cargabas tu perfil con tus mejores fotos, y podías colocar música, me gustaba muchísimo.

Eso es parte del recuerdo, ahora llegó Tinder, una tremenda plataforma para conocer personas según tus gustos, pero la que me sorprendió fue “Lovoo”, aplicación que permite conocer personas según la geolocalización (ojo millennials, siempre la precaución antes!).

Volviendo a mi época, por Myspace conocí al “Gringo” (mi ex), hablábamos todos los días, durante 4 meses. Él me contaba que vendría a Chile, a la casa de sus abuelos, porque debía terminar sus estudios, jamás me pregunté porque venir a Chile a estudiar, si lo mejor de lo mejor está allá, después entendí el por qué.

Me llamaba por teléfono, hablábamos horas, hacíamos video llamadas por Skype. Full conectados, hasta las 4, 5 u 8 de la mañana. Llegó a Chile, se compró un celular y me llamó, me dijo (en tono gringo) “Tammy, estoy en Chile, quiero verte, cuando nos juntamos“, y yo derretida en amor, ilusión, le dije el sábado.

Llegó el día y fuimos a pasear en metro, me acuerdo y me da risa, porque a todo esto, yo tenía 17 y él 16, en Estados Unidos es prácticamente un adulto. Era de todo mi gusto, parecía todo perfecto, entre risas, cariño, nos enamoramos, duramos 3 años, y nos íbamos a casar.

La familia no estaba de acuerdo, él tenía 19 y yo 20, y las diferencias económicas eran abismales. No porque a mí me interesara este tema, pero para su familia era muy importante la plata ¡Su familia pensaba que quería quedar embarazada y quedarme con todo su dinero!

Estaba en nuestros planes tener hijos, pero primero queríamos viajar y luego subir de nivel. Lo pasábamos muy bien juntos, era todo maravilloso, con él hice por primera vez el amor, y ustedes sabrán que eso jamás se olvida. Pero lo que si nunca se me olvidará es que, cuatro días antes del matrimonio, me enteré de que consumía marihuana y cocaína. Abrí el closet para cambiarme de ropa, y mi ropa estaba manchada con “polvito” verde y otro blanco, empiezo a mover las cosas, y había bloques muy pesados envueltos en diario. ¡Era adicto, y jamás me di cuenta!

Bejé corriendo a pedir explicaciones, y se puso más blanco de lo que era, y gritó enfurecido “what were you doing in my things?!” (¿Qué hacías en mis cosas?), de una forma muy agresiva! algo que me dejó descolocada, porque jamás lo había visto reaccionar así.

Fui al escritorio del abuelo, le conté, y me dijo: “nosotros sabíamos y él debería estar en tratamiento, contigo nos dimos cuenta de que dejó de consumir, pero al parecer está traficando y eso lo tenemos que solucionar ahora”. Yo estaba más helada que Elsa de Frozen, se me cayó al piso la persona que yo tanto amaba, pues al final no era lo que yo pensaba.

Terminamos y nos vimos un par de veces para conversar, hicimos una última vez el amor, y fue terrible, porque ambos llorábamos. Él entró en un centro de rehabilitación, y por supuesto no siguió el tratamiento, se devolvió a Estados Unidos, consiguió trabajo como productor de eventos de fiestas electrónicas, ustedes saben todo lo que se consume, en esas fiestas, lugar idóneo para él.

Nunca más lo volví a ver en persona, lo buscaba, lo extrañaba, lo sufrí. Conocí a mi actual pareja y lo primero que le dije fue, “¡Ayúdame a sanar! porque yo no puedo sola”. Sentíamos una atracción genial, de esas que erizan la piel, inexplicable.

Hey no podré enamorarme de ti“, le dije. Y él respondió: “Tranquila sho me encargo de eso” (Uruguasho). Y así fue, me enamoraba día a día, sin bajar los brazos, me hacía reír, me escuchaba llorar, me secaba las lágrimas, estaba horas mirándome desde la vereda del frente, esperando que yo terminara mi turno de trabajo para llevarme a la Universidad.

Me dijo que me había pedido al universo, que él quería una mujer para toda la vida, porque era el típico chico que las chicas lo tomaban para pasar un rato. Yo fui pesada, o quizás más que pesada, estaba muerta de susto, quería que todo fluyera de una forma normal, pero mi miedo a veces me paralizaba.

La intuición de una mujer nunca falla, sea para mal o para bien, y mi corazón me decía que era bueno. Así que avanzamos, formamos una familia, y todo se puso cuesta arriba. Sin embargo, les juro amiguitas, cada paso a su lado ha valido la pena, lo he odiado y lo he amado. Pero ¿Saben qué? Hoy día siento esa cosa en la panza, después de 11 años de matrimonio, lo miro y me derrito, pero ¡No le digan! Jaja, porque yo se lo hago sentir. A mi manera, desde mi piel.

En todos mis ex busqué algo que solo yo tenía, y que no lo había querido ver. Algo que se llama amor propio, y que lo encontré sola. Pero ahora quiero detenerme en esto: Basar la seguridad de una misma en otro, es el peor error que podemos cometer.

Yo soñaba con un castillo de princesas (amo Disney), quería casarme por la iglesia, y que fuera mucha gente para celebrar nuestro amor, pero ¿saben? Hoy día me amo tanto, lo paso tan bien conmigo, que tengo una fortaleza construida con los mejores bloques de amor, pedazos que yo misma me encargué de reconstruir, enfocando mis pensamientos y mi corazón en mis virtudes, en lo buena que soy para muchas cosas.

Me creo el cuento, y podría salir a vender piedras a la calle, eso sí vestida de las mejores marcas: ¡mis huellas de guerra! Y estoy segura de que, el que este a mi lado, sea mi actual u otro, me acompañará porque yo quiero, porque yo lo elegí, y porque me hace feliz disfrutar de su compañía.

Algo que se nos olvida (que por eso estamos en pareja) es que disfrutamos con el otro, y si dejas de sentir eso, escucha tu corazón jamás se equivoca.

Tu primero!
La casualidad no es casual, todo pasa porque debía pasar.

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