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“Mochilear sin Mochila por la Vida”

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Última columna de este 2013 (escrita en diciembre). Personal y profesionalmente ha sido un año de un sin fin de aprendizajes, de muchas “nuevas yo” que he ido incorporando a mi identidad sin saber que estaban ahí… O quizá sin darles espacio anteriormente. He descubierto una “nueva yo” mucho más apasionado por el “hoy”, por la vida misma, por el simple hecho de estar aquí, viviendo.

Este descubrimiento nace en el año nuevo del 2013, en un tren de 17 horas que iba desde Nueva Delhi hasta Jaisalmer, un pueblito en India. 17 horas pensando en cómo estaría el resto de mi gente celebrando su año nuevo mientras yo iba en una tabla de 30 cm, con 6 personas a mi lado y comida descompuesta en el suelo, sin luz y con un “baño” que sólo era un agujero al suelo donde se veían los rieles y la basura en el fondo. Fue en estos momentos ambivalente de “quiero volver a Chile, pero tengo que lograrlo”, donde me vi integrando los más maravillosos aprendizajes de la vida.

Al llegar a Chile, dos meses después de ese noche, me sentí diferente, agradecida de lo que tenía y de mi, de mis experiencias y propuse seguir generando esas sensaciones tan valiosas a nivel emocional pero en mi día a día.

Sin quererlo llegaron 3 mujeres a mi consulta ese Marzo 2013. Una mujer de 45 años con un cáncer de mama (sin cabello y con mastectomía radical), una mujer de 49 años con VIH contagiado por una pareja sin ella saberlo, y una joven de 24 años con un trasplante de riñón recién hecho y 4 años de diálisis anteriores a la operación. Ustedes comprenderán que escuchar un: “vengo porque a pesar de mi diagnóstico y de lo que he sufrido, quiero volver a sentirme mujer”, tu visión como ser humano es imposible que siga igual. Pasaron a ser la “señal” más maravillosa de que la felicidad humana tiene un 40% que está determinado por “acciones intencionadas y voluntarias” y que sólo dependen de ti (Sonya Lyubomirsky, 2008). Me movilizaron a  tal punto de comenzar a trabajar con tantas mujeres que necesitan educarse frente a los efectos secundarios de sus tratamientos porque no reciben la información desde un comienzo y sufren en silencio el dolor físico y emocional que conlleva una disfunción sexual. Trabajamos juntas, yo por buscar en cada día de sus vidas el que se sientan las mujeres más bonitas y admirables del mundo, y ellas en abrirme los ojos y hacerme dar cuenta que aportar un granito en esta sociedad te entrega la felicidad más plena que puedes recibir como ser humano.

Aprendí que “mochilear por la vida” es fantástico, te permite conocer, caminar, observar, conversar, compartir, en fin, te entrega colores en muchos planos que quizá nunca has visto, pero esto sólo ocurre cuando viajas con pocos kilos. La cantidad de cosas que metes en esa mochila depende de ti: ¿necesitas todo eso? ¿puedes vivir sin ello? Creo que viajar con descanso y con permiso para deslumbrarte es cuando logras dejar la mochila a un lado y sientes lo liviano que es el mundo al decidir vivirlo con un sentido. Una de estas 3 mujeres me dijo en sesión un día: “El día que más feliz he sido en mi vida fue el día de mi diagnóstico… Logré darme cuenta de que me había pasado la mitad de la vida cargando pesos inútiles, y desde ahí los tiré todos, y me permití vivir”.

Chicas… Sí ustedes, todas… ¿hagamos un cambio y comencemos este 2014 sin cargas, preocupándonos de otros y haciendo crecer nuestra felicidad?

Un gran abrazo a mis maestras, gracias por todo lo que me enseñaron y por ser parte de mi vida.

Columna de nuestra Directora Nerea de Ugarte para Edición Diciembre Cosmopolitan