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chiang mai

Sigo viajando. Voy sentada en la parte de atrás de una camioneta, con un pequeño techito que nos protege de los 40 grados de temperatura y sol que hacen ahora en Chiang Mai, al norte de Tailandia.

Somos 4 mujeres las que vamos acá, cada una en su mundo y probablemente  pensando en todo lo que ha significado abrir los ojos para vivir una experiencia. Las 4 con música en los oídos y la mirada perdida observado el alucinante recorrido del paisaje selvático. Venimos de la selva, sí, dormimos ahí.

Una de las cosas que más he disfrutado de este largo viaje ha sido la independencia que veo en todas estas viajeras de la vida, la libertad de agarrar una camioneta, conocernos en 5 minutos, hacer malabares para coordinar 4 idiomas y partir todas juntas a una caminata que culminó en una pequeñísima aldea con una chozita para pasar la noche. Noche que terminó abarcando temáticas desde como cada una interpretó 50 sombras de Grey en su cultura, hasta las típicas penas de amor que afloraron producto del  Wisky aretsanal de arroz que las mujeres de la Villa nos prepararon.

Sigo en la camioneta, con el viento en mi cara, escuchando Incubus y haciendo un resumen mental de todas las emociones y aprendizajes que estos dos meses por ciertos rincones de Asia me han traído. Y uno de los tópicos en los que más he pensado últimamente es respecto al acto de “agradecer”.  Este viaje me ha permitido dar cuenta que así como existen mujeres que tienen la libertad de agarrar una mochila y olvidarse del mundo, hay realidades femeninas donde la posibilidad de optar no está en juego ni siquiera para elegir con quien compartirán su vida.

Existe un alto porcentaje de mujeres en India a quienes les arreglan los matrimonios. Las familias tanto del futuro marido como la de ella, se juntan, deciden fechas, acuerdan y ya está: te encuentras  un tiempo después en una ceremonia llena de gente, vestida con elegantes sedas  y con  un hombre en frente tuyo, que muchas veces ni habías visto, sin embargo es con quién compartirás le resto de tu vida.

Por otra parte en Tailandia, he vivido el impacto más extremo con el explícito comercio sexual. Por mucho que la especialidad en la que me desempeño en psicología (Terapia Sexual) me entrega la posibilidad de observar con ojos bastantes permisivos y poco enjuiciadores los comportamientos sexuales de las personas, ver la cantidad de prostitución infantil y femenina me conmueve. Hombres adultos sentados en mesas con niñitas de no más de 17 años, seduciéndolos forzadamente para poder comer, es triste. Cada vez que alguna se levantaba y se iba con uno, se me apretaba el estómago… pero este país es uno de los países con mayor comercio sexual en el mundo, por lo que esta industria se perpetúa de generación en generación. Y el turismo se encarga de que esto siga.

Otra de las grandes atracciones turísticas en el norte de Tailandia son unas tribus de mujeres llamadas “mujeres de cuello largo”. Son mujeres que desde niñas van acumulando anillos alrededor de su cuello que en la adultez bordean los 5 kilos. Estas mujeres viven de lo que los turistas pagan por entrar a sus villas, ya que los anillos y el largo impresionante de sus cuellos nos les permiten trabajar o estudiar. Claramente es parte de su cultura y existen miles de tribus con creencias y tradiciones similares, pero yo no podía dejar de pensar en que si era justo para una niña de 5 años que la condenen a una vida donde a sus jóvenes 25 o 30 años tiene reposar la mitad del día por los daños en la columna que esto les provoca. No poder decidir si eso es lo que quieren, me perturba.

En estos breves ejemplos que les transmito es donde me he visto en innumerables ocasiones dando vueltas al acto o concepto de “agradecer”. Y creo que más allá de las creencias religiosas que cada una tenga, tener la posibilidad de ELEGIR es un regalo. Tengo clarísimo que no todas las personas pueden decir lo mismo, pero les hablo a todas las demás, a las que sí pueden hacerlo, pero se les olvida.

Por lo tanto mis queridas mujeres, en este mes tan especial para nosotras, recuerden cada día mirar a su alrededor y valorar que por el sólo hecho de estar aquí, leyendo esta columna, son libres. No se olviden de dar gracias por eso.

Columna de nuestra Directora Ps. Nerea de Ugarte para edición Marzo Revista Cosmopolitan

@nereadeugarte