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En algún punto de la vida toda mujer quiere ser madre. O al menos se lo cuestiona. Eso sí, no deja de llamar la atención el profundo cambio que tienen las mujeres al momento de tener hijos. Es cierto. Es un hito que cambia radicalmente la vida de toda mujer. De pronto a hay un ser que depende absolutamente de nosotras, que ha estado dentro por meses, que hemos sentido sus primeros movimientos, sus primeras reacciones y que le hemos dado la vida. Cambios físicos, síquicos y hormonales que durante miles y miles de años han conformado la forma de reaccionar frente al nacimiento y formación de los hijos. Un trabajo gigante, inmenso, que no tiene precio y que es la base familiar. Su impacto en la sociedad es enorme, debido a que son los primeros años de la niñez lo que determina muchos de los patrones que los adultos muestran a diario en sus relaciones afectivas. Cambian las hormonas, las conductas, los hábitos y las prioridades en la mujer. Y en forma radical.

Lo que si no es menor son las quejas solapadas de clientes que llegan a www.fresa.cl , frente a los hijos. Es que en cierta manera, en nuestra sociedad, es muy cierto que nace una madre y muere una amante. Es entendible, comprensible, lógico. Lamentablemente, la muerte o el estado de catalepsia de la amante se perpetúa por más tiempo del necesario y puede causar un daño en la intimidad de la pareja. Los hijos son siempre prioridad para la mujer, incluso cuando están haciendo el papel de amantes en la cama.

Alguien podría pensar que se da más en los estratos socioeconómicos más bajos. Falso, es absolutamente transversal, a través de todos los niveles sociales,  es que los hijos pasan más tiempo en la cama matrimonial que lo que el desarrollo del menor requiere. Como resultado, generamos hijos más inseguros, más mamones, y más dependientes de sus padres.  El dedicarse en extremo a los hijos hace negar parte importante de nosotras, entre ellas nuestra sexualidad. Eso nos genera un vacío, una deuda con nosotras mismas.

Y otro resultado triste es que mata la intimidad de la pareja.

Es justo y necesario, es vital y básico que una vez que nazca la madre, siga viva la amante, la “mamurri”, la mujer cuya sexualidad sigue siendo parte importante de ella. No tienen por qué ser incompartibles. La labor de madre no tiene por que impedir o incluso anular nuestra sexualidad. Como mujeres, tenemos muchos roles y cada uno se debe desempeñar en el lugar adecuado. Como buena empleadas o jefas, en el trabajo, como buenas madres, en la casa, como buenas amigas en un té o en un happy hour y como buenas amantes… en la cama!!…. ¿Por que no? Es cierto que el cansancio consume a la pareja, que todos los aspectos de nuestra vida están interconectados, pero no menos cierto es que, como mujeres, debemos vivir nuestra sexualidad más plenamente.  ¿Razones?  Porque nuestra sexualidad comunica y expresa, porque hace aflorar nuestra sensualidad,  porque crea intimidad y conecta, porque es un pilar fundamental de nuestra autoestima, porque relaja y emerge el ser auténtico, porque alimenta los afectos, porque el romance es necesario e indispensable y, por último, porque… ¿Cómo podemos vivir sin pasión? La pasión es lo que nos da pleno sentido.

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