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Como mujer, no puedo pensar en nada peor que el momento en que te das cuenta de que te estás convirtiendo en tu madre. Ahora, no me malinterpreten, mi mamá es una mujer maravillosa, fuerte y amorosa. Pero a los 32 años, todavía no quiero ser como ella. Lamentablemente, no puedes luchar contra la naturaleza o la genética. Y yo ya puedo ver los cambios en mí que han ocurrido a lo largo de los años. Cuando uso ciertos atuendos, hago un gesto específico o me doy cuenta que estoy repitiendo esas frases que usa ella; me quedo sin aliento. Bien, esto podría ser un poco extremo, pero definitivamente hay una pequeña parte de ti que muere por dentro cuando te das cuenta de que te estás convirtiendo en tus padres.

¿Por qué es eso? Quiero decir, la genética es genética. Eres producto de tus padres, por lo que no es exactamente sorprendente que compartas similitudes con ellos. Ya sea que hayas heredado la nariz de tu papá o los anchos hombros de tu madre, algunos de tus rasgos físicos seguramente se parecerán a los de tus progenitores. Pero parece que cuando llegas a los 30 años, esos rasgos sutiles compartidos se vuelven cada vez más obvios. De hecho, comienzas a parecerte a tus padres y eso es aterrador.

No sólo heredas los rasgos de tus padres si no, te des cuenta o no, muchas de tus idiosincrasias, hábitos y creencias son el resultado directo de tu educación. Pero no todo es malo, lo prometo. Y aquí está el por qué.

Piensa en tus padres como un buffet. Te presentan todos estos increíbles rasgos de personalidad y algunos no tan geniales. Tú tienes la capacidad de adoptar aquellos con los que estás de acuerdo y rechazar o cambiar los que no te gustan. Este proceso te permite ser la mejor versión de ti misma, en función de la mano que te hayan repartido.

Toma a mis padres por ejemplo. Mi madre es una persona amable, amorosa y generosa. Pero también es extremadamente indulgente, especialmente cuando se trata de sus hijos. Claro, esto funcionó para mi beneficio durante muchos años, pero también me obstaculizó de una manera que no entendí hasta hace poco. Ella me protegió del mundo. Esto implicó que me perdí algunos momentos monumentales en mi vida, como ir a la universidad y vivir sola. Cuando me convertí en madre, comencé a criar a mi hijo de la misma manera. Lo protegí de todo y de todos. Nadie quiere ver a su niño luchar. Pero sin pelear y sin cometer errores, un chico no puede aprender, crecer y evolucionar. Parte de mi propio desarrollo personal se vio atrofiado por la naturaleza sobreprotectora de mi mamá. Reconocí esto y me negué a repetir ese rasgo. Algo así como mirar los pasteles de cangrejo en el buffet. Puede que sepan bien ahora, pero te arrepentirás de comerlos más tarde.

Y luego está mi padre. Un hombre trabajador, pero que carece de emociones y de cierta decencia. Estoy agradecida de haber heredado su ética de trabajo y estoy aún más feliz de haberme negado a copiar su obsesión por las cosas materiales. Mi padre vive con la creencia de que si no puedes ponerle un precio a algo, no vale la pena tenerlo. Él está constantemente buscando ahorrar un dólar y si le debes dinero, él te perseguirá y te encontrará. Nunca podría vivir de esta manera. En realidad, la obcecación de mi padre con la plata tuvo un efecto adverso en mí. Vi la avaricia y la mezquindad y juré que nunca sería así. Él afirma que sólo está tratando de ser justo y equilibrado, pero yo sé la verdad.

Cuando alguien te dice que le recuerdas a tu madre o a tu padre o te miras en el espejo y te das cuenta, “Mierda, me estoy convirtiendo en mis papás”, ¡Date cuenta que esto puede ser algo bueno! Tus padres te han presentado una opción. La posibilidad de convertirte en todo lo que ellos son y todo lo que te han enseñado a ser, sin pensarlo ni considerarlo. O por otro lado, la oportunidad de evaluar sus características y elegir cuáles deseas incorporar en tu vida. También han cometido errores. Faltas de las que puedes aprender. Los has visto en acción. Conoces los resultados de ciertos comportamientos ya que ellos son la prueba viviente de éstos. Así que toma estas experiencias y lecciones y aprende de ellas. Éstas han sentado las bases para tu desarrollo. Toma de ellas las que quieras y rechaza todo lo demás. Tal vez convertirte en tus padres no es tan malo después de todo.

Escrito por April Sutphen para Thought Catalogue.
Traducido por Mujer y Punto.