You are currently viewing ¿Qué es la Intimidad Emocional en Pareja? @AntonioGodoyD

El término ‘intimidad emocional’ es reciente y ambiguo. ‘Amistad muy estrecha’ es una de sus acepciones y su antónimo sería ‘distancia’. Suele asociarse a características tales como seguridad, llaneza, franqueza, naturalidad, cariño, camaradería, afinidad y familiaridad. Apunta entonces a sentirnos profundamente conectados con un otro.

Alcanzar dicha conexión en pareja requiere de una atmósfera tal de cariño, confianza, entrega y comprensión gracias a la cual sentimos que lo que digamos no será usado en nuestra contra en otros momentos. Así osamos traspasar esas barreras que nos impiden vincularnos mejor pudiendo ir más allá de una comunicación superficial, atreviéndonos a exponer nuestras partes más frágiles, vulnerables y carentes, estando dispuestos a mostrarnos mutuamente nuestros respectivos pensamientos, emociones, anhelos y miedos tanto respecto de uno mismo como de la relación.

Una auténtica intimidad nos permite conocernos más profundamente y fortalece el vínculo afectivo, permitiendo que pueda emerger esa mágica sensación de sentirnos realmente cerca, compenetrados, comprendidos, apoyados, compartiendo lo luminoso y lo oscuro de la vida. Para ello hay que generarnos espacios de ocio que nos facilite entrar en ese estado de complicidad, aunque hay que tener siempre presente que es imposible permanecer inmersos en esa sintonía tan intensa y además que no todas las parejas están en condiciones de lograrlo, lo cual no significa que sean inviables.

Desde que empezamos a casarnos por amor a mediados del siglo XIX, tanto la comunicación como últimamente la intimidad emocional se han ido tornando cada vez más significativas para quienes queremos vivir en pareja. Las deficiencias o carencias en estos dos planos pueden hoy originar una sensación de vacío, una suerte de soledad o aislamiento de a dos, a pesar de que estemos físicamente cerca. Y aunque las estadísticas muestren a la infidelidad como el principal motivo de divorcio, al analizar estos casos más a fondo se puede constatar que el factor común detrás de casi todos es esa distancia insalvable que se fue instalando progresivamente entre ellos.

En muchas parejas suele ocurrir que uno de sus miembros quisiera una mayor intimidad emocional mientras que el otro interpone – generalmente inconscientemente – una cierta distancia que es la que supuestamente lo va a precaver de terminar sufriendo. Cada persona necesita subjetivamente una cierta distancia o proximidad y lucha por conseguirla. Pueden fluctuar – a veces abruptamente – entre el anhelo de más cercanía y el miedo a quedar vulnerables, así es como ambos van conformando una dinámica relacional en la que combinan pasos de aproximación y de alejamiento como en una especie de trance o danza hipnótica.

Algunas personas han desarrollado un intenso miedo a la profunda conexión emocional con otros, por lo que temen: mostrarse abiertamente; perder el control o su identidad, autonomía y libertad; sentirse ahogados o fagocitados; depender del otro, ser débil o vulnerable; no poder satisfacer las necesidades emocionales del otro o que su pareja sea incapaz de satisfacer las propias. Aunque quisieran relacionarse más profundamente con los demás, fueron tantas las barreras que construyeron a su alrededor que al final se volvieron emocionalmente planos e inaccesibles; no sabiendo cómo librarse de esa armadura que se les ha oxidado.

Entre los indicadores de dicho miedo podemos mencionar: dificultad de hablar abierta y francamente de si mismo; evitar estar a solas consigo mismo; obsesiones o adicciones; incomodidad ante silencios; hablar mucho pero de temas prácticos o muy generales; desconfianza general; defensividad y aislamiento; pasividad; temor al compromiso; dar demasiado en vez de entregarse afectivamente; hipercontrol de sí mismo y de los demás; sentirse ahogado, absorbido, invadido, presionado o exigido emocionalmente; dificultad para expresar rabia y/o pena; no solicitar reciprocidad en la relación; manejo voluntario de la información; olvidos inconscientes de las conversaciones más personales; minimizar o negar los conflictos; infidelidad; y, disociación amor-sexo (o demasiada ternura sin pasión o viceversa) ligada a un exceso de vigilancia consciente que impide abandonarse simultáneamente a la experiencia afectiva, sensorial y sexual.

Cuando se encuentran en una situación de cercana intimidad con la persona que aman o en grupos muy pequeños se elevan sus niveles de ansiedad ocasionándoles una molesta incomodidad. Entonces escapan recurriendo a una serie de maniobras elusivas tales como: eludir estar a solas con la pareja programando actividades o estando con más gente; acortando los tiempos de la interacción; boicoteando los momentos de intimidad con peleas sin importancia; cuando se conversa de forma más personal cambian el tema, hacen chistes, no dan feed-back, sus respuestas son monosilábicas, pre-fabricadas o formales; se sienten repentinamente cansados o con sueño; o simplemente se van a otro lugar; dan una solución concreta y rápida a un conflicto emocional, en vez de profundizar.

Las posibles causas de este miedo a la intimidad emocional son variadas: haber sufrido en la infancia una pérdida real o imaginaria, o haberse sentido descalificado o rechazado; carencia de modelo adecuado; no conocerse o aceptarse a sí mismo; escasa capacidad de empatía, egocentrismo o narcisismo; temor al rechazo, al ridículo, a ser criticado, a ser abandonado o a la pérdida de ese ser tan amado a quien en el fondo saben que necesitan. Sin embargo hay dos factores que consideramos especialmente relevantes: el grado de introspección y de apego afectivo.

En primer lugar, la intimidad con otro está subordinada a la capacidad de conocerse y aceptarse a sí mismo. Es decir, vivenciar la propia complejidad y convivencia de todas nuestras partes del self, incluyendo aquellas que nos parecen más obscuras. Intimar es abandonar la coraza que protege nuestro núcleo más profundo. Únicamente quien tenga una sana autoestima vivirá este “desnudarse” como una oportunidad y no como una amenaza. Por otro lado, las personas con apego inseguro se ubican en dos polos opuestos. Las de apego ansioso tienden a necesitar más intimidad insaciablemente y las de apego evitativo se sienten ahogadas o invadidas, incluso en situación de escasa intimidad.

Ps. Alejandra Godoy

Si te interesa profundizar en este tema, te recomendamos leer el libro “Te amo, pero no te deseo” de los psicólogos y directores de CEPPAS Alejandra y Antonio Godoy.

www.ceppas.clwww.alejandrayantoniogodoy.bligoo.cl

foto: hoyestado