“Me acuerdo del momento con lujo de detalles. Estaba en una librería Barnes & Noble hojeando una de las cientos de revistas que se pueden leer sin que nadie te apure o te cobre, hasta que abrí una Men´s Vogue donde había un artículo sobre los SMEG, una sigla inventada por el articulista para agrupar a los Straight Men that Envy Gays, o sea, a los heterosexuales que envidian a los gays. Como me casé hace un par de años, estoy al filo de los 40 y todos mis amigos están llenos de hijos, deudas y poco sexo, el clic fue inmediato.

Me explico. Para los hombres, desde que decidimos formar familia, las cosas cambian. Por ejemplo, está comprobado científicamente que apenas tenemos descendencia nos baja la testosterona, como una forma biológica de mantenernos en la “cueva” junto a la mujer y los hijos. Comenzamos a tener menos sexo que en los años de soltería, salimos menos, nos acostamos más temprano, dejamos que nos crezca la guata, hacemos esfuerzos sobrehumanos para hacer un poco de deporte, vivimos en función de los niños, cualquier presupuesto queda chico ante los precios de los colegios y toda esta maravilla va acompañada de una monogamia que a muchos les parece tremendamente difícil de mantener.

En cambio, al otro lado están los hombres que gustan de los hombres. Que no tienen hijos y que lo que no gastan en colegios o comida lo pueden destinar a ropa, muebles, diseño, arte, viajes y fiesta. Por algo, junto a las parejas heterosexuales sin descendencia, los llaman DINKS, es decir “double income no kids” (doble ingreso y cero hijos).

Pero si además nos concentramos sólo en los gays, vemos que muchos de ellos son dueños un bien absolutamente escaso: tiempo. Para salir de noche, para ir al gimnasio, para irse de vacaciones. Tiempo!!! Y, más encima, en muchos casos, estar en pareja no es un impedimento para que conozcan a otras personas, que las conozcan en profundidad se entiende, sin necesidad de andar escondiéndose. Toda esa mezcla de diversión, sexo y horas de ocio empiezan a producir una sana envidia en los heteros, que ven cómo su vida es una lata, con deudas hasta el cuello, cero tiempo libre y una sola pareja que muchas veces está cansada, sufre de jaqueca o, peor, ya ni siquiera produce demasiadas ganas.

Hecho este breve análisis de lo difíciles que están las cosas para nosotros, la sigla que inventaron en EE.UU. se convierte en un perfecto resumen. Yo al menos tengo claro, independiente de no querer cambiar mis circunstancias y amar a mi familia, que soy uno más de los SMEG. No va a  faltar el que opine, en un perfecto ejercicio de autodefensa, que en realidad son ellos los que nos debieran envidiar a nosotros, porque no pueden casarse (en Chile, al menos) pero, especialmente, porque no tienen hijos. No me queda tan claro. A juzgar por lo que se puede escuchar o leer en blogs, aparentemente los pañales no los tienen muy celosos. Además pueden ser tíos, es decir, puro placer y cero responsabilidad.

Asumámoslo, muchas de las crisis de pareja que uno veía hace algunos meses en la brillante serie de HBO, Tell me you love me, como la falta de sexo por el estrés de un matrimonio con hijos chicos, son problemas de exclusivo patrimonio heterosexual. Ellos se ríen de todas estas cosas mientras lo pasan “bomba” 

Por Rodrigo Guendelman 

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