En febrero pasado escribí una columna sobre lo que a los hombres no nos gusta de las mujeres y se transformó, en el mismo día de su publicación, en el texto más leído de todo lo que redactado en estas páginas. Para ser justo y porque ellas se lo merecen, he aquí un listado sobre esas cosas que sí nos encantan de ellas. Esas actitudes, acciones y detalles que nos enamoran, nos hacen admirarlas, desearlas, quererlas y necesitarlas. Veamos.

1. Que sean francas: A diferencia de lo que pasa cuando una mujer pregunta cómo se ve con lo que tiene puesto, a los hombres sí nos gusta que nos digan la verdad. Que nos adviertan que ese pantalón café no combina con esos zapatos negros, que la camisa está arrugada, que parecemos abuelitos con ese pijama, que ya es hora de cortarnos el pelo. O, incluso más allá de la ropa, que nos confiesen que estamos gordos, demasiado flacos, fofos o con el pelo muy grasiento. Eso nos sirve para mejorar, para tomar acción al respecto, para ponernos las pilas. Lo interpretamos como el consejo de nuestra mejor amiga, como una crítica constructiva, por incómoda que sea la verdad que nos están enrostrando.

2. Que nos regaloneen: un regalito para el día del Padre, nuestro cumpleaños organizado con anticipación, esas galletas que nos encantan incluidas en la compra de la quincena, un “Te amo” por mensaje de texto, un álbum de fotos de los dos para el aniversario de matrimonio. Hay cosas chicas y otras grandes que para los hombres, por insensibles y brutos que parezcamos a veces, son fundamentales. Que nos hacen sentir queridos, necesitados, reconocidos y admirados. E incluso, antes que todo eso, que se conectan con ese momento profundo, primitivo y estructural que era el masaje con talco que nos hacía nuestra madre en el mudador. Sí, somos mamones. Sí, en parte buscamos el amor de la madre en nuestra pareja. Mejor que lo sepan.

3. Que sean irónicas. La ironía requiere sentido del humor e inteligencia. Una mujer que maneja la ironía es como una modelo de Victoria´s Secret en versión cerebral: deseable, sexy, distinguida. Un verdadero trofeo. Cuando dos personas irónicas se conocen y se enamoran, la complicidad los lleva a tener una comunicación ultra sabrosa, llena de códigos privados, con un metalenguaje que no requiere más que el movimiento de un centímetro de labio para entender todo y reírse por dentro. Una mujer irónica vale por dos.

4. Que quieran su cuerpo y se sientan cómodas con él. Seamos realistas, no son demasiadas las mujeres así. En general, necesitan tener más de 35 años y haber ido a terapia para no enrollarse con esos defectos que nadie más que ellas ven y que a nosotros no sólo no nos importan, sino que nos gustan. Pero existen. Por eso, cuando uno conoce una mujer que es libre con su cuerpo, que se pasea desnuda por la casa, que se ama como es, que se siente guapa sin esconderse ni camuflarse, entonces sugiero gritar: Bingo!.

5. Que sepan de música. Alguna vez escuché la siguiente teoría: las mujeres aman a Arjona porque han escuchado pocos discos en su vida. Si desde chicas desayunaran y almorzaran música, Arjona les habría gustado a los quince años, pero no en la adultez. Así como las mujeres liberadas con su cuerpo no son muchas, las que tienen una colección de música que incluya algo de soul, jazz y rock son menos todavía. Ojo, no digo que todos los hombres sean expertos en la materia. Para nada. Está lleno de tipos que son analfabetos musicales. Pero basta sentarse en una buena disquería y ver cuántos hombres entran, versus mujeres. 10:1 debe ser la proporción. Entonces, una chica que sabe de música es una joya invaluable. Una fémina a la que no hay que pedirle pololeo, hay que regalarle anillo.

6. Que goce el sexo. Una mujer que está conectada con su cuerpo y que es capaz de disfrutar de los placeres de la vida como comer, tomar o bailar, probablemente goce mucho de la sexualidad. Para un hombre, estar con una mujer así es un regalo de los dioses. Un antídoto contra las tentaciones. Un importante predictor de éxito en el largo plazo para esa relación de pareja.

7. Que nos entienda. Una mujer que nos hace la vida más fácil, que jamás nos cela sin motivo, que no pregunta con detalle por cada cosa que hacemos cuando no estamos con ella, que respeta nuestro espacio, que entiende que a las siete de la tarde se nos acabaron las palabras, que sabe cómo somos y no intenta sacar peras del olmo, que de inmediato ofrece bajar el presupuesto o trabajar más cuando las cosas andan mal económicamente, esa es una mujer que nos comprende, nos apoya y nos quiere. Y a esa mujer hay que amarla y entenderla. Esa es la mujer que sí nos gusta.

Por Rodrigo Guendelman

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