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Lea, por favor, la siguiente frase. “Las estufas a leña matan hoy en Chile a más personas que todas las termoeléctricas combinadas”. Ahora lea esta otra frase: “La contaminación de material particulado fino (o PM 2,5) en Santiago proviene fundamentalmente del uso de leña: 70% de las emisiones en invierno”. Sí, leyó bien, en Santiago. Por último, lea esto: “una estufa a leña contamina en un día lo mismo que 1.500 autos si se usa leña seca, y 12.000 autos si es leña húmeda; las estufas “ecológicas” que cumplen la norma 2012 equivalen a 375 autos”.

Las tres declaraciones anteriores son de Marcelo Mena, PhD en ingeniería ambiental, investigador y director del Centro de Sustentabilidad UNAB, un tipo tan brillante como consecuente. Ahora dígame una cosa: o usted es como yo, y no tenía idea de estas cosas hasta ahora (yo me enteré la semana pasada después de entrevistarlo en la radio) o entonces es cómplice por mantener silencio frente a esta tragedia silenciosa.

Déjeme poner las cosas en perspectiva y ordenarlas un poco más. La leña es el combustible más contaminante de todos y es, también, el más barato. Cuesta cinco veces menos que la parafina. Ese número impresionante que comentamos antes, es decir que el 70% de la contaminación en invierno de la Región Metropolitana es producido por la leña, tiene su fuente en apenas un 5% de los hogares. En cambio, el 40% usa gas licuado, 30% usa parafina, 8% usa electricidad y el resto no tiene calefacción.

Me imagino que usted debe estar pensando que si la leña es tan barata, debiera sólo concentrarse en comunas muy pobres. No es así: en Lo Barnechea el uso de leña llega al 40%. Por último, un dato curioso: la leña sólo está prohibida en días de muy mala calidad de aire. Cuando, como dice Marcelo Mena, debería estar completamente prohibida. Al menos en la capital de Chile. Entonces sería razonable pensar que alguien está ganando mucho con este statu quo, mientras somos varios los que estamos recibiendo sustancias cancerígenas y aumentamos la posibilidad de un infarto al miocardio, entre muchos otros “bonus”.

¿Olor a lobby? Saque usted sus propias conclusiones.

Una de las empresas más grandes del mercado nacional de estufas a leña es Bosca. ¿Sabe quién es el Presidente del Directorio de esta empresa? Roberto Ossandón, presidente del directorio del Instituto Libertad, ese think tank ligado a Renovación Nacional. Además, es hermano de Manuel José, vicepresidente de Renovación Nacional y ex alcalde de Puente Alto. En un artículo de El Mostrador dicen que Roberto fue uno de los hombres importantes en la campaña presidencial de Sebastián Piñera en 2005, además de ser “el promotor de la carrera política de sus hermanos”. Y si uno lee en el excelente sitio Poderopedia, explican que “Roberto Ossandón es el de mayor peso político e intelectual y de los hombres más poderosos de RN, brazo derecho de su presidente, Carlos Larraín. Su modus operandi es ejercer el poder sin que su mano se note públicamente”.

Seamos mal pensados y supongamos que los contactos ayudan para llevar años vendiendo productos que contaminan gravemente nuestro aire, para que recién el año pasado se haya empezado a medir la norma de material particulado fino (PM 2,5), para que la leña sea tan barata y para que se le pueda llamar “ecológica” a una estufa que contamina lo mismo que 375 autos. Si eso fuera así, podríamos concluir que apenas un puñado de empresas, es decir una ínfima cantidad de personas, son responsables de un porcentaje altísimo del aire asesino de Santiago en invierno. Es decir, de cagarnos la vida a más de seis millones de habitantes. Cuando, en cambio, sería tan simple que nuestro aire mejorara.

Parafraseando a Marcelo Mena, la solución pasa por prohibir la leña, dejar de vender estufas a leña y reemplazar las viejas estufas de los sectores más pobres por sistemas a gas o parafina (recordemos que sólo es un 5% de la población). Con eso se arregla un 70% del problema en invierno. Pero, claro, se trata de una serie de acciones que requieren visión de país y coraje político, algo muy difícil en una nación donde los diputados se confabulan con los laboratorios para evitar que podamos comprar remedios en supermercados y donde, al parecer, sucede algo muy parecido en cuanto a regular la leña.

No sé ustedes, pero yo siento que se están riendo en nuestra cara.

Por Rodrigo Guendelman

www.guendelman.cl