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sanar el alma

Desde pequeña siempre me gustó todo lo referente al área de la salud, hoy soy kinesióloga y realmente amo lo que hago, esta profesión me ha permitido conocer distintos tipos de personas, para mí, mis pacientes no son fichas, ni patologías, son personas que vienen a mí para que de una u otra forma quite su dolor e incluso, en este caso, sanar el alma de alguna manera.

Sanar el alma: la historia que me conmovió

Hace un año atrás conocí a un paciente de alrededor de 58 años, acudió a mí por un dolor en su pierna que ya llevaba dos años, lo primero que pensé fue “dos años es mucho”. Fui a su domicilio y al abrir la puerta apenas caminaba. Lo atiendo en su pieza y de inmediato me llama poderosamente la atención una foto de una joven abrazando a un perrito, cada vez que iba a ver a mi paciente la miraba y algo me llamaba la atención, y pensé “ ¿La conoceré?” seguí el protocolo de tratamiento y el dolor persistía.

Busqué nuevos métodos para aliviar su dolor y nada. Siempre me han gustado los desafíos y este era uno  de ellos, dentro de mi búsqueda encontré un artículo llamado “Psoas el músculo del alma”. El título me insitó a leerlo de inmediato, el artículo hablaba de la relación de la kinesiología y la psicología, coincidentemente mi paciente es psicólogo, al leer empecé a tratar de relacionar a mi paciente con lo que leía.

El músculo del alma

El articulo hablaba que cuando hay emociones fuertes vividas que no han sido superadas o la pena no ha salido o no se han expresado, el psoas músculo que se encuentra cercano a la cadera y que es unos de los encargados de la estabilidad de nuestro cuerpo, tiende a contracturarse (acortarse) y de esta forma generar diferentes dolencias.

Pues bien, leyendo esto la sesión siguiente revisé su psoas, me encontré con un músculo muy contracturado y que a al tocarlo le producía un gran dolor, al pasar los días seguí tratando este músculo y de a poco la confianza con mi paciente se fue dando. Un día llegué a su casa y como siempre miré la foto en su pieza, y el me dice: ”ella era mi hija, se suicidó hace dos años atrás’‘, pensé “hace dos años le duele su pierna” y comencé entender lo leído en el artículo.

”Ella me guió”

Me comenta que él cree que todo pasa por algo y que su hija estuvo de paso en su vida solamente para mostrarle el camino, con una entereza que me sorprendió me comenta que desde que su hija falleció, él colabora de forma gratuita con personas ciegas, que sin buscarlo llegó a ellos, dándoles asistencia sicológica, y que al trabajar con ellos aprendió a leer y escribir en Braile y hoy está poco a poco quedando ciego; el me comenta ”ella me guió”. Su dolor en la pierna se fue y creo que el dolor de su alma nunca se irá, pero por lo menos lo pudo verbalizar y  aprendió a vivir con él, siendo una forma de sanar el alma.

Después de atender a este paciente no pude evitar recordar unas palabras de mi abuela, también ligada al área de la salud que un día me dijo “no hay nada mas gratificante en la vida que poder aliviar el dolor de una persona” y tenia toda la razón, desde ese día, a cada paciente que llega a mi consulta le reviso su “músculo del alma”,

¿Será que la hija de mi paciente hizo que  su padre y yo cruzáramos nuestros caminos y que de cierta forma le ayudara a sanar el alma?

Pía Berrios Álvarez

Kinesióloga