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Ser Humildes nos Ayuda a ser más Felices.- Quisiera detenerme en el valor que tiene en nuestras vidas la humildad, pues creo que su impacto es mucho mayor al que podemos imaginar en primera instancia.

Muchas veces se confunde el ser humilde con tener una autoestima disminuida, poca confianza en si mismo, o incluso ser mediocre, pero creo personalmente que esto se aleja bastante de su significado…  Ser humilde nos ayuda a ser más felices y hoy quisiera mencionarles algunas de esas razones:

Nos ayuda a integrarnos a nosotros mismos, aceptarnos con nuestros errores, nuestra vulnerabilidad, nuestras dificultades, además de nuestras fortalezas. Este autoconocimiento y aceptación, puede llevarnos a tener una identidad más definida, pudiendo elegir con mayor conciencia en nuestras decisiones, teniendo más posibilidades de fluir en lo que hacemos y de disfrutarlo, pues nos lleva a tratarnos mejor a nosotros mismos.

– La humildad nos ayuda a regular la auto exigencia innecesaria dado expectativas poco realistas, o presiones auto impuestas. Así, puedo enfrentar desafíos con mayor disfrute y menos estrés, sin querer “ser el mejor” en todos los ámbitos de la vida, sino más bien queriendo “dar lo mejor de mí “en cada cosa que enfrento, sabiendo que no en todo seré el mejor, pero con la satisfacción de que mi entrega es comprometida, que hay esfuerzo y cariño en lo que hago.

– Nos puede llevar a tolerar mejor nuestras frustraciones, aceptar mejor nuestras caidas, levantarnos con fortaleza, ser más resilientes ante la adversidad y conectarnos con un optimismo realista que nos lleve a aprender de la experiencia y seguir adelante con los sueños y caminos que emprendamos. En este proceso, la humildad también puede ayudarnos a que sea mucho más fácil reirnos de nosotros mismos, con todo lo que el buen humor puede aportarnos y aumentar la buena disposición ante los desafíos o complejidades de la vida.

Nos ayuda a tolerar mejor las diferencias que tenemos con otros, sus errores o faltas de sensibilidad, pues entendemos que todos somos seres humanos “en construcción constante”, pudiendo tener mayor empatía. La humildad y aceptación de que todos cometemos errores y que todos hemos sido perdonados alguna vez, nos ayuda también a ser más compasivos y perdonar, lo cual no significa olvidar ni reconciliarse, sino soltar las rabias y rencores, diluiyendo deseos de venganza que solo nos perjudican y estancan emocionalmente.

Nos facilita el poner límites a aquello que sobrepasa nuestras habilidades y que sabemos que no nos hará bien, nos ayuda a decir no cuando es necesario, a saber qué podemos aceptar y qué no, a reconocer mejor nuestros límites, a cuidarnos mejor de situaciones o personas que pueden herirnos dada las dificultades que han tenido en su vida o faltas de aprendizaje para tener un mejor trato con otros.

La humildad promueve la sensación de que hay mucho más allá que nosotros mismos, nos conecta mayormente con la espiritualidad, la bondad y el respeto por toda forma de vida, incluso facilita conductas de mayor respeto y cuidado, no solo por los otros, sino también por nuestro medio ambiente.

– La humildad no significa no sentirte orgulloso de tus logros, no celebrarlos ni compartirlos, sino sentir que así como tu has podido muchas veces lograr objetivos, todos pueden hacer posible lo imposible, que todos tenemos las habilidades para lograr ser felices y que en ese camino, alentarnos, animarnos y felicitarnos entre todos, alegrarnos por los triunfos propios y ajenos sin envidias, puede generar un mundo donde todos avancemos, si a uno le va bien, a todos puedes irle bien también… se “abren caminos”. El concepto de la humildad es no celebrar que logré algo que otros no, sintiendo superioridad, sino celebrar que logré algo que soñé lograr. Celebrar es un acto de humildad, pues no doy por hecho los triunfos míos ni de los otros, sino que valoro el esfuerzo o la posibilidad que la vida está dando para que esto suceda y eso genera bienestar claramente.

La humildad nos ayuda a abrirnos a las experiencias, al conocimiento, a escuchar y mirar de verdad, a interesarnos por lo que el otro o el mundo en su totalidad pueda aportarnos y enseñarnos, pues la humildad nos hace sentir dentro de un proceso, un camino donde siempre estamos en continuo aprendizaje, en vez de considerarnos dueños de la verdad, del saber o con la autosuficiencia de sentir que “ya no hay nada más” y despreciar el valor de lo que el otro tiene para entregarnos.

– Considerando lo último, la humildad nos ayuda a valorar a los otros y sentirnos agradecidos y afortunados porque su existencia se cruzó con la nuestra, entendiendo que todos nos necesitamos para seguir creciendo… y quienes te dañan o quienes te hacen bien, aportan a tu crecimiento como persona.

La humildad nos lleva a que enfrentemos nuestro proyecto de vida con mayor flexibilidad, a no sentir que dependemos de algo específico para llegar a ser felices, sino poder adaptar el plan, ceder, aceptar mejor cuando algo no funciona, tomar desvios, o incluso cambiar ideas que se ajusten más a lo que necesitamos en cada momento y a las prioridades y valores que son centrales en nuestras vidas. Esto facilita que podamos sentirnos motivados con la vida y sus oportunidades, que mantengamos la curiosidad y que sintamos mayor confianza en que podemos ser felices de una u otra forma, sensación que entrega paz, libertad y aporta a nuestra autoestima, al sentirnos competentes y capaces de adaptarnos a las circunstancias y rescatar lo mejor de ellas para rearmarnos una y otra vez si es necesario, sin perder la confianza en que se puede ser feliz.

Nos ayuda también a mantenernos sencillos, no caer en consumos innecesarios, sentir que no necesitamos más de lo que ya tenemos para ser felices y valorar mucho más lo que se vive, se tiene, las personas que me rodean y todo lo que pasa en mi día a día. Desde ahí, la humildad potencia un estado de gratitud que nos aporta gigantemente en nuestro bienestar y felicidad. No se trata de conformarse o dejar de soñar, sino liberarse de las ataduras que generan las ambiciones.

La humildad nos entrega un estado de mayor paz, plenitud, que a su vez facilita la colaboración con otros, una mayor conexión emocional y deseos de ayudar, ser generosos y sentir cierta responsabilidad en la construcción de un mundo mejor desde nuestro “pequeño grano de arena”. El que da es quien más se ve beneficiado finalmente, desde esa idea, Dalai Lama planteaba “sean generosos, aunque sea por egoísmo”, por esta misma razón, la humildad de la entrega nos aporta muchísimo.

– La humildad nos muestra que nos necesitamos unos a otros, que la felicidad compartida con otros es mucho más completa, lo cual nos lleva a vivir con una actitud de menor miedo, desconfianza e individualismo (los 3 temas que más afectan la felicidad en los chilenos, según diversos estudios), buscando crear redes, lazos, vínculos significativos, trabajando activamente en dedicarles tiempo, atención cariño, apoyo entre otros aspectos que finalmente generan mejores relaciones.

Por todo esto y muchas más razones,  creo fervientemente que la humildad es una fortaleza potente y necesaria que nos acerca a otros, nos conecta, nos ayuda a vivir con más amor hacia nosotros mismos y hacia los demás…. Vale la pena pensar entonces cuán valorada está siendo la humildad en nuestra vida, cómo la estamos desarrollando y distintas formas para cultivarla, pues no siempre nos resulta tan fácil y podemos tener dificultades con ella, la clave es estar conciente de su importancia y conectarnos con ella lo más posible.

Todos podemos ser más felices, está en nuestras manos desarrollar estas habilidades y darles un espacio de verdad para que nos ayuden a florecer… ¿Sigamos juntos aprendiendo en ese camino?  😉

 

Mónica Andrea López Hernando

Psicóloga Clínica. Terapeuta Familiar y de Pareja Acreditada. Diplomada en Psicología Positiva. Educadora certificada en Masaje Infantil. Directora de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica.

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