Llego. Una gran reja verde se impone. Me abre un hombre vestido del mismo color de la reja y me pregunta a donde voy: “adentro”, respondo. Entrego mi celular apagado. Camino, veo a muchas mujeres y muchos niños y niñas cargando litros de bebidas, verduras por montones y una que otra  apetitosa “pizza” que en este largo camino se comienza a enfriar; día de visitas.

Sigo caminando, me encuentro con otro hombre vestido completamente de verde, le entrego mi carnet de identidad. “¿A dónde va?” “adentro” respondo nuevamente.” Abra su cartera”! Revisa, pregunta, acepta. “Un paso atrás y levante los brazos”. Obedezco, no suena la máquina que detecta los metales. “Adelante” me dice.

Sigo caminando, comienzo a encontrarme con mujeres que me sonríen, “hola Pacita!!” me gritan algunas. Me gusta verlas hoy, porque están haciendo oficios, actividades, trabajando por su presente y por su futuro.

Llego a otra reja, la más importante. Espero. Sigo esperando. Nos vamos sumando varios ya: voluntarias de la pastoral católica; de la pastoral evangélica; abogados; mujeres con carretillas cargadas de papas; Seguimos esperando. Aparece la encargada de la reja. Abre el candado y empezamos a caminar… y a saludar.

Ahí están todas ellas. Siguen los saludos, los abrazos, los tan esperados encuentros. “¿Y cómo van los preparativos del matrimonio?” Me preguntan. “Súper lento les cuento, partiendo porque no me cierra el vestido, así que no me den más helados ni pasteles por favor!!”

Sin darme cuenta ya tenemos a las alumnas del taller de autoestima e imagen… listas y dispuestas con sus neceseres con maquillaje para empezar a aprender con una profesional. Empezamos conversando sobre nuestras cualidades. Rescatan las suyas y nos dicen: soy humanitaria, soy acogedora, soy buena amiga, soy sincera, soy humilde, soy responsable, soy simpática, soy alegre, soy consecuente, soy cariñosa, soy tierna, soy bondadosa, soy buena amiga, soy risueña… y lo veo. Hoy lo vi cuando una de ellas preocupada por su amiga que está triste la fue a sacar de la cama y la invitó al taller; la otra que está embarazada es arropada por sus compañeras; se aconsejan. Las más jóvenes obedecen a la mami Rosa, porque aquí la experiencia y la edad son importantes.

Comenzamos por limpiar el rostro: desmaquillante, tónicos, crema humectante, ¡nunca vi tanta crema para sólo preparar la piel! Una de nosotras es la modelo de hoy, recibe un masaje, le aplican la base de su color de piel y todas admiramos el cambio, increíble… y así aprendemos; de nuestras risas,  nuestras conversaciones, nuestros encuentros…encuentros que aquí, en el penal, cobran un matiz diferente, aquí unimos mundos, unimos realidades, compartimos experiencias y abrazos.

Me pregunto cómo sería la vida si esos desmaquillantes y cremas pudieran neutralizar no sólo su piel, sino también sus recuerdos, el pasado, los errores, los dolores. ¿Cómo sería empezar de nuevo, con un nuevo rostro? ¿Cómo sería vivir en libertad sin miedo? Esa crema humectante que hace maravillas en sus pieles….¿cómo traspasarla a sus almas?; me pregunto una y otra vez. Imposible dejar de pensar que: ¡no quiero maquillar sonrisas ni alegrías! ¡no quiero maquillaje para ellas! Son bellas, fuertes y espero que salgan en libertad sin una gota de pintura en su rostro, pero sintiéndose las más lindas, con nuevas oportunidades, en una sociedad donde no tienen que maquillar su vida, porque somos capaces de aceptarlas con sus errores e invitarlas al futuro…. con la lección aprendida.

Llegó la hora de irnos. Nos despedimos. Nosotras cerramos la puerta de la sala y partimos rumbo a la calle. “Buenas tardes”, nos despedimos. Llegamos a la gran reja. Esperamos. Nuevamente empezamos a sumar personas. Personas que ya estuvieron entregando su amor y comprensión a otras mujeres. Al final de mi día no dejo de pensar que somos todas iguales, mujeres de este mundo, sólo que ellas hoy no pueden cerrar la puerta tras ellas.

Finalmente abren el candado, “buenas tardes”. Caminamos. Me entregan mi carnet; “que tenga un buen fin de semana”, me despido. Seguimos caminando. Me entregan mi celular, vuelvo a conectarme con el mundo externo. Sonrío, doy gracias a la vida.

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Paz Donoso Contreras es Coordinadora de la Corporación Abriendo Puertas, dedicada a capacitar y acompañar a mujeres privadas de libertad. Por cualquier ayuda o consulta, [email protected]