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Mariela era una niña modelo. Recuerda a su mamá siempre ocupada en su trabajo y las labores de la casa. Recuerda a su padre como un hombre cariñoso pero que generalmente estaba fuera de casa. Él era independiente, tenía un negocio muy demandante, que pagó por todas las necesidades de la familia, regalías y los estudios de los 3 hermanos.

Mariela tiene pocos recuerdos de su niñez, pero siente que fue una buena etapa, sin traumas, tal vez pocos arrumacos o cercanía emocional con su madre, pero además de eso, sólo recuerda hacer sus tareas, algo de aburrimiento (típico de los niños dice) y los chistes de su padre.

Al indagar más, con ejercicios hechos para conectar con nuestra niñez y emociones, Mariela recuerda algo sorprendida un episodio en el que intentaba ayudar a su mamá a servir los platos, pero se le cayó uno. Su mamá no dijo mucho, pero la pequeña Mariela recuerda la tristeza y torpeza que sintió en ese momento. De hecho, se siente un poco tonta ahora mismo, por esa tristeza que le produce recordarlo, “porque no es la gran cosa” y no entiende mucho esa pena.

Le pregunto si recuerda pedir ayuda o hacer actividades en conjunto con su madre, abuela u otro.  Responde que probablemente lo hizo poco. A su mamá, me aclara, le dolía seguido la cabeza, así que no se le podía pedir mucho y seguramente, ella trataba de hacer sus tareas de manera independiente.

Y ahí está, la empezamos a escuchar y a reconocer, la voz de esa niña, una voz perdida en el quehacer de la vida ajetreada, una voz que se perdió en las necesidades de otros, una voz que se fue callando. De hecho, me dice que le cuesta hablar en público, lo hace, pero con esfuerzo.

Mariela llegó a mi consulta porque lleva años (desde que estudiaba ingeniería) con una alergia en la piel, que últimamente afecta sus ojos y le ha generado también una tos crónica que se agudizó hace 3 años cuando comenzó con un nuevo trabajo.

Lo que haremos en el trabajo con Mariela es comprender cómo es que esa voz que no fue escuchada en su niñez se convierte en una voz no hablada en la adultez. Se trata, primordialmente, de que ella aprendió a no escucharse, a dejar pasar sus necesidades, aprendió a no percibirlas y no las identifica fácilmente.

Su crianza la programó para dar importancia a las señales y estímulos que venían desde el exterior y a ignorar lo que le habla desde adentro. Su diálogo interno es acerca de lo que ocurre afuera. Aprendió que la seguridad y el bienestar se lograban estando atenta al exterior y satisfaciendo las necesidades de otros.

Ella, entonces, quisiera mantener el control de su contexto, pero al no saber usar su voz de manera saludable, se ve constantemente en situaciones en las que se siente obligada a aceptar condiciones con las que se siente insegura o con las que no está de acuerdo. Mariela suele sentirse diferente y más débil; sin embargo se revela, tratando de ignorar sus síntomas y así poder seguir una vida lo más normal posible. Hoy confiesa que se siente cansada.

En este punto podemos ver los síntomas de Mariela desde 2 perspectivas.

La energética: Hay una emoción, que como todo en nuestro cuerpo, es un conjunto de impulsos eléctricos, que no tienen desarrollo y conclusión y se quedan ahí en diferentes órganos, de alguna maneras estancados, creando inflamación. En este caso, en la piel y el tracto respiratorio. Sabemos y está probado que el estrés, que genera la producción de cortisol, es uno de los grandes desencadenantes de inflamación.

La psicológica: Hay una emoción que no nos permite atender nuestras necesidades físicas de la mejor manera, generando mayor estrés. Por ejemplo, descansar adecuadamente, acceder y preparar alimentos saludables, tiempo de ocio y recuperación de nuestros sistema nervioso, tampoco hace actividades profundamente relajantes (que cambien tu funcionamiento del sistemas nervioso simpático al para-simpático, que es el que permite la recuperación de los sistemas), entrenamiento para una gestión de pensamientos, creencias y emociones adecuada, etc.

Suscribo a ambas, las dos visiones son parte de la práctica que me ha ayudado personalmente a encontrar mi voz perdida y superar infecciones repetitivas, desequilibrios de la insulina, síndrome del colon irritable, lumbago, infertilidad, etc. Ambas visiones han ayudado a muchas personas a superar mucha de su sintomatología.

Hoy en la cuarentena, muchas personas sienten que su sintomatología de siempre se ha agudizado o que la sintomatología ocasional se ha vuelto mucho más frecuente o hasta crónica. La cuarentena, nos trae una oportunidad única de conectar con esa voz no escuchada, sin embargo, puedes seguir empecinad@ en leer el contexto y desestimar tu voz interna, haciendo el síntoma más fuerte. Te invito a dejarte ir hacia adentro para procesar el abandono de lo propio, hacerte cargo para llegar a la paz y liberar tu poder. 

Por @isabel_camus

Psicóloga con 20 años de experiencia, en Coaching Gerencial y de Vida. Creadora de los programas Mentalidad Saludable, Mentalidad Poderosa y Paz Mental. Con amplia experiencia en el trabajo con mujeres y el cambio de hábitos conductuales y emocionales. Ha desarrollado una visión integrada del ser mujer, su salud física y mental. Trabaja desde herramientas de la psicología, neurociencias y el coaching ontológico.